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viernes, 22 de junio de 2012

Invierno

                   Se sabe, en el Hemisferio Sur acabamos de comenzar la estación del invierno. Los poetas, generalmente, prefieren cantarle a la primavera, que es sinónimo del renacer, de una eterna esperanza renovada. Pero las largas noches, el sol esquivo, la escarcha y la nieve, también sirvieron de marco referencial para grandes obras de la poética universal. Va una breve muestra a modo de ejemplo.


                                "Soy un libro de nieve,
                                una espaciosa mano, una pradera,
                                un círculo que espera,
                                pertenezco a la tierra y a su invierno"

                                                                     Pablo Neruda


INVIERNO PARA BEBERLO     poesía de Vicente Huidobro

El invierno ha llegado al llamado de alguien
y las miradas emigran hacia los calores conocidos
Esta noche el viento arrastra sus chales de viento
Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas

Oid crepitar el arco iris mojado
Bajo el peso de los pájaros se ha plegado

La amargura teme a las intemperies
pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
Golondrinas de mi pecho qué mal haceís
sacudiendo siempre ese abanico vegetal

Seducciones de antesala en grado de aguardiente
alejemos en seguida el coche de las nieves
bebo lentamente tus miradas de justas calorías

El salón se hincha con el vapor de las bocas
las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
Y hay moscas
sobre los suspiros petrificados

Los ojos están llenos de un líquido viajero
y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
si el corazón conserva su calefacción igual

Afuera se acerca el coche de las nieves
trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido
del piano lunar
cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar

Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas

Cae
Nieve en copos de olores
la nieve en tubo inconsistente

Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo

Simiente de sonidos de campanas
sobre los naufrágios más lejanos
calentad vuetros suspiros en los bolsillos
que el cielo peina sus nubes antiguas
Siguiendo los gestos de nuestras manos

Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
El cielo emblanquece nuestra atmósfera
entre las palabras heladas a medio camino
Ahora que el patriarca se ha dormido
La nieve se desliza se desliza
se desliza
Desde su barba pulida.-


                                                       Vicente Huidobro






EL SOLDADO Y LA NIEVE    poesía de Miguel Hernández

Invierno ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.

Nieve donde el caballo que impone sus pisada
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.

Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.

Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

Quiere aplacar las fraguas, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.

Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataque más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.

Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuando atacan recuerdos de ceniza.-

                                      Miguel Hernández


Imágenes: pinturas de Leonid Afremov "Invierno en Amsterdan" y "Paisaje invernal", de Brueghel el Viejo "Cazadores en la nieve", de Michael Peter Ancher "Pescadores daneses" y de Walter Moras "Invierno en el pueblo". 






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