Vistas de página en total

lunes, 27 de junio de 2011

El escritor y sus eternas palabras

A lo largo de casi dos meses nos hemos sumergido, Severino y yo, en expresar ideas en este blog. Nos hemos encariñado con las palabras y los pensamientos de los más íntegros intelectuales, principalmente de Latinoamérica. Somos una fisura en las Letras, creemos que las palabras bien dirigidas y bien instruidas pueden provocar grandes cambios en una persona, intimidar a los más poderosos o describir lugares y momentos inexistentes. Por supuesto que esas palabras deben fluir sin inhibición ni censura, uno escribe, al fin por una necesidad de comunicación y de comunión con los demás. Son conceptos básicos. Algunos intelectuales hablan con cierto desdén acerca del uso de internet y de las redes sociales en referencia a los textos que por este espacio navegan. Es un debate que dejamos para más adelante. Debate necesario, pero por ahora y usando esta herramienta tecnológica, Severino y yo , te recomendamos que leas estos breves párrafos de Eduardo Galeano, quien explica, mucho mejor que nosotros, el tema del escritor y sus eternas palabras:

"No comparto la actitud de los escritores que se atribuyen privilegios divinos no otorgados al común de los mortales, ni la actitud de los que se golpean el pecho y rasgan sus vestiduras pidiendo el perdón público por vivir al servicio de una vocación inútil. Ni tan dioses ni tan insectos. La conciencia de nuestras limitaciones no es una conciencia de impotencia: la literatura, una forma de la acción no tiene poderes sobrenaturales, pero el escritor puede ser un poquito mago cuando consiguen que sobrevivan, a través de su obra, personas y experiencias que valen la pena. Si lo que escribe no es leído impunemente y cambia o alimenta, en alguna medida, la conciencia de quien lee, bien puede un escritor reivindicar su parte en el proceso de cambio: sin soberbia ni falsa humildad, y sabiéndose pedacito de algo mucho más vasto. Me parece coherente que renieguen de las palabras quienes cultivan el monólogo con sus propias sombras y laberintos sin fin; pero la palabra tiene sentido para quienes queremos celebrar y compartir la certidumbre de que la condición humana no es una cloaca. Buscamos interlocutores, no admiradores; ofrecemos diálogo no espectáculo. Escribimos a partir de una tentativa de encuentro, para que el lector comulgue con palabras que nos vienen de él y vuelven a él como aliento y profecía. Sostener que la literatura va a cambiar, de por sí, la realidad, sería un acto de locura o pedantería. No me parece menos necio negar que en algo puede ayudar a que cambie.



La conciencia de nuestras limitaciones es, en definitiva, una conciencia de nuestra realidad. En medio de la niebla de la desesperanza y la duda, es posible enfrentar las cosas cara a cara y pelearlas cuerpo a cuerpo: a partir de nuestras limitaciones, pero contra ellas. En este sentido resulta tan desertora una literatura "revolucionaria" escrita para los convencidos, como una literatura conservadora consagrada al éxtasis en la contemplación del propio ombligo. Hay quienes cultivan una literatura "ultra" y de tono apocalíptico, dirigida a un público reducido y que está de antemano de acuerdo con lo que propone y transmite: ¿cuál es el riesgo que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir?. No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito. ¿De qué sirve escribir sino es para desafiar el bloqueo que el sistema impone al mensaje disidente?.
Nuestra eficacia depende de nuestra capacidad de ser audaces y astutos, claros y atractivos. Ojalá podamos crear un lenguaje entrador y más hermoso que el que los escritores conformistas emplean para saludar al crepúsculo. Escribiendo es posible ofrecer, a pesar de la persecución y de posibles censuras, el testimonio de nuestro tiempo y de nuestra gente -para ahora y después. Se puede escribir como diciendo, en cierto modo :
"Estamos aquí, aquí estuvimos; somos así, así fuimos". Lentamente va cobrando forma y fuerza en América Latina, una literatura que no ayuda a los demás a dormir, sino que les quita el sueño; que no se propone enterrar a nuestros muertos, sino perpetuarlos; que se niega a barrer las cenizas y procura, en cambio, encender el fuego. Esa literatura continúa y enriquece una formidable tradición de palabras peleadoras. Si es mejor, como creemos, la esperanza que la nostalgia, quizá esa literatura naciente pueda llegar a merecer la belleza de las fuerzas sociales que tarde o temprano, por las buenas o por las malas, cambiarán radicalmente el curso de nuestra historia. Y quizá ayude a guardar para los jóvenes que vienen, como quería el poeta"el verdadero nombre de cada cosa"- 
Eduardo Galeano
Los textos de Eduardo Galeano , pertenecen a "Defensa de la palabra", extraidos del libro: "Nosotros decimos no". Siglo veintiuno de España editores (1989)
Quique de Lucio

4 comentarios:

  1. No sé escribir pero si sé agradecer: GRACIAS.
    Con este blog he llenado un vacio que tenía en el alma. Enciendo mi ordenador esperando algo y aquí siempre encuentro algo que me gusta, POESÍA.

    ResponderEliminar
  2. ".....el escritor puede ser un poquito mago cuando consigue que sobrevivan, a través de su obra, personas y experiencias que valen la pena."
    Y Galeano lo logra.Resucita seres y hechos (que , a veces, parecen simples y son enormes) estremeciéndonos de emoción.
    Me gusta.Mucho.

    ResponderEliminar
  3. Me gusto muchísimo, ¡¡gracias!! :D

    ResponderEliminar