Vistas de página en total

jueves, 16 de agosto de 2012

Los amorosos

                                Jaime Sabines, poeta y ensayista mexicano nacido en Tuxtla Gutierrez en 1926 y fallecido, tras una larga enfermedad, en Ciudad de México en 1999. Ya hemos publicado en este blog algunos de los poemas de este maestro, de verso sentido y sensual, que nos hacen viajar por un mundo de realidades vividas. En esta oportunidad, presentamos uno de sus más conocidos poemas. Entre los múltiples premios recibidos por Sabines a lo largo de su vida y que destacan su literatura, es de mencionar la "Presea Ciudad de México" en 1991 y la Medalla Belisario Domínguez con que lo condecoró el Senado de la República de México, en 1994.


                             "Amanecí sin ella.
                              Apenas si se mueve.
                              Recuerda.

                              Mis ojos más delgados la sueñan"



LOS AMOROSOS    poesía de Jaime Sabines


Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan coo locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡Qué bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también coo serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sáana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
 Se ríen de la gente que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a tomar el agua,
a tatuar el humo, a no irse,
Juegan al largo, el triste juego del amor.
Nadia ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre los labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.-



                                                          Jaime Sabines


Imágenes: pinturas del artista francés André Derain, (Chateau, 1880-París, 1954). También escultor e ilustrador.






quiquedelucio@gmail.com
twitter@quiquedelucio

No hay comentarios:

Publicar un comentario