José Lupiañez, poeta español nacido en La Línea, Cadiz, en 1955. Inició estudios de Filosofía y Letras en Barcelona licenciándose luego en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Recibió una beca de Creación del Ministerio de Cultura para escribir su libro "Número de Venus" publicado en 1966. Su poesía, traducida a varios idiomas, ha sido galardonada con los premios "Antonio Machado", "Juan Ramón Jiménez", "Luis de Góngora" y el I Premio de poesía Emilio Prados, entre otros. "Ladrón de fuego" publicado en 1975, fue su primera obra, seguida luego por "Río Solar" (1978), "El jardín de ópalo" (1979), "Amante de gacela" (1980), "Música de esferas" (1982), "Arcanos" (1984), "Puerto escondido" (1998), "La verde senda" (1999) y más recientemente "El sueño de Estambul" y "Petra" en el 2004. Lupiañez ha participado además en numerosos libros colectivos.
"Mi sombra fue como se cubre el día,
súplica, espera, vértigo de las horas,
astro sobre la piel, silbido, aroma, engaño"
BALNEARIO poesía de José Lupiañez
Soñando va la tarde en su divisa
y azul la vida marcha hacia el ocaso.
(Acuden siempre pájaros los jueves).
Dolor, es un decir, no siento mucho,
ni nada que al dolor se le asemeje.
(Me gustan los colores de tus guantes).
Muy cerca de Ajiijíc te recordaba
y tú tumbada al sol de la injusticia...
(Me acaba de morder otra serpiente).
No atino con el mundo, se me olvida
que llevo el corazón algo atrasado.
(¿No estoy cuando me llamas? ¡Qué fastidio!).
No busques nunca alivio, te suplico,
en el oscuro fondo de unos ojos.
(Le enseño a disparar desde hace meses).
Ni vengas hasta el filo de la nada
que ha cortado los puentes entre ambos.
(Me voy, adiós; regresaré muy tarde).
FLORINDA
Yo noté que apretabas, Florinda, mi cintura,
que tus manos me hacían resbalar hasta el cielo,
que tu poma dulcísima me estallaba en los labios
y tus brazos me alzaban para siempre al sol.
Yo noté que rondaba tu manzana redonda,
que mordía la pulpa cada vez más sediento,
que los dientes dejaban su mejor tintineo...
Me sangrabas con perlas, con anillos y ajorcas,
tu pulsera, el diamante, me rasgó ¿lo recuerdas?
Pero yo penetraba -¡la humedad!-, penetraba,
zahiriendo tu oreja o el zarcillo dorado.
Te encajaste rotunda, decidida, perfecta,
dimos vueltas al mundo y entornabas los ojos,
era un gozo sentirse caballero a tu costa
y marcar en tu espalda el mejor tatuaje.
Era la dicha entonces navegar a tu suerte,
y apretar tu cadera que es luna redonda.
Te encajaste rotunda, decidida, ¿lo dije?,
éramos invencibles, intangibles, eternos.
Pero yo penetraba furibundo en tu gema,
la que tanto se enciende, la que más centellea,
ese párpado cálido, esa rosa cruel,
y fue entonces que al filo de su pétalo insomne
llegó extraña la plata de la dicha, Florinda.
Lo que fue, con la pluma que felices nos hizo,
queda escrito, mi vida, que por vos sigue inquieta.-
ROSTRO
Cómo se trenza el amor en las tardes,
mientras todo sucede sin vértigo y el sueño
cumple asilo de formas y de imágenes.
Cómo se trenza y cómo no desvía su ser:
el sueño pende. Los labios se han dormido,
la flor cae de su rizo; sueña la frente y cunde.
Mas hacia adentro, pasa el amor,
pasa el amor sin nombres;
el amor, un sonido.-
PAISAJE
Brillan crestas de luz en el mar de la noche
y un desvelo de sombras de olas ondulantes;
brillan olas oscuras, altísimas, adversas
en la nada infinita que nos muestra su filo.
Bajo este mar antiguo laten dos corazones.
Nada existe, ni el aire, sino brillos y ritmos;
no existen los insectos, ni siquiera el perfume
sino brillos y ritmos; ojos que no se miran.-
José Lupiañez
Imágenes: pinturas del artista estadounidense, Jeffrey T. Larson. Contemporáneo.
quiquedelucio@gmail.com
twitter@quiquedelucio
No hay comentarios:
Publicar un comentario