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jueves, 21 de enero de 2016

Tus pies

Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que orgniza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


Publicación N° 1.251-

                                                                                           Edgar Carrillo Díaz

Poeta y narrador de Ecuador, nacido en Riobamba el 23 de agosto de 1949. Cursó estudios de Medicina en la Universidad Central de Ecuador y en la Universidad autónoma de México D.F.. Reside en Quito. Ha sido docente de la Universidad Católica y fundador docente de la Facultad de Ciencias de la Salud Eugenio Espejo de la UTE. Editor de la revista Enrique Garcés (1994). Obtuvo la Primera Mención del Concurso de Relato de la Alianza Francesa Riobamba (1965) y la Primera Mención en el Concurso de Poesía del Colegio de Médicos de Pichincha en 2002.


                                                                          "Al parecer siempre llegué atrasado
                                                                           a la caleta del tiempo,
                                                                           nunca recalé en su lecho,
                                                                           me quedé dormido en el hielo de afuera"






ME GUSTAN TUS PIES

Me gustan tus pies
desde que, caminando,
caminaron a mi retina
para descifrar tu ineludible anatomía.

Me gustan tus pies
desde los tacones sumergidos en el río
y el vértigo contemplativo
de su transparente vestidura ámbar.

Brotaron como barcos
inmersos en alguna galaxia submarina
y cuando perdieron sus amarras umbilicales,
volcaron en el mundo su esbelto brillo.

De ellos saltó el agua
que galvanizó el relámpago en tu sombra,
trocó tu voz de libélula,
engarzó la inagotable llamarada.

Desde la tersa arena
se empinaron los muslos y los coliphues,
las uvas somnolientas,
el subyugante recorrido del durazno.

Desde esa mina fluida,
subió y bajó la lluvia
que nos acogió para siempre
entre sus hilos invisibles.

Mil dibujos encendidos
prendieron en mi pecho
las huellas seductoras
de su fugaz presencia vespertina.

Entonces la persecución por persuadirlos
de desató en la calle,
se ocultó bajo manteles y mesas,
atravesó atmósferas y climas.

Por fin, cuando míos,
otros pies descalzos
habían llegado por tu sangre
para insertarse en nuestros caminos.

Pero hoy no tengo tus pies,
no tengo canto;
la aurora que los parió
está ensombrecida
y la furiosa tiniebla
que me olfatea,
ondea su repentina resaca.

Hoy no me gustan tus pies
porque se han ido.-


RINCÓN TENDIDO EN EL SILENCIO SUBTERRÁNEO

Tu piel ardiente, calle de fuego,
se tiende, extendida pista;
mis dedos diletantes
se detienen ofuscados,
no se han untado del pulso de tu risa.

Tensa cuerda de placer,
el abandono desmanteló el arpego
y arrugó la partitura
no hay fórmula para despertar tu codicia.

Para emprender con la nueva toccata
comienza por denunciar
el secreto avasallante
que quiere desbordar tu cuerpo,

no temas al encuentro
ni ha esclavizarte con la vida.

¡Voy a buscar tocarte!-


LA GACELA YA ESTÁ CRECIDA

Fue una hora luminosa
cuando le sobrevino al mundo
una ola arrolladora
de purísima savia salvaje.

Con poder no conocido ni adivinado
despertó, con fulgurante prisa,
la semilla que, impertérrita,
patentaría en los siglos su sabor inobjetable.

En una danza lúdica
fue sometido el pulso del tiempo
cuando la luz se aferró a su cuerpo,
cuando le engalanaron los pétalos rosáceos,
cuando en su boca se abrieron las guindas.

Apareció la música que, regocijante
en su canto de pequeña fruta recóndita,
esculpió la versátil tromba
que birló rutas y postigos.

La primavera, en una cita continua,
trasplantó al estío
su acumulada herencia victoriosa
como un infiltrativo cardumen de alegría.

Forzadas por ancestral ímpetu,
las herméticas corolas
dejaron en libertad sus galas
de novísima fruta impositiva;
tomó cuerpo el esbelto trigo
y trastocó en gacela vegetal su vena florecida.-


VIII

Dos mujeres luminosas
me embarcan en una media limusina
para recoger en las calles apelmazadas (del Zócalo),
la música de cada esquina
y la fragancia intacta del aire
que aturde la piel y eriza la memoria.

Mi pie, sobre el adoquín inerte,
demanda las pisadas que dejó al resguardo
del arcón de pedrería azul,
        velador de los siglos;
resucitan los momentos archivados
de aquella tarde tiznada por la lluvia
en la retina dislocada que no miraba
ni pensaba;

mi pie derecho, timorato
es arrastrado inánime a la Plaza Garibaldi,
le pringan las luces amarillas del ocaso
y aturdido fuga por el eje aplanado;
el pie izquierdo, buscón de magias,
          visita la calle Virginia Fábregas 40
se pierde seducido por el "Perfume de Gardenia"
en la magnitud irrefutable de la Sonora Santanera.-



                                                                                        Edgar Carrillo Díaz



Imágenes: Pinturas al pastel de Raluca Vulcan.




quiquedelucio@gmail.com

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