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lunes, 4 de enero de 2016

Luna de arena

Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


Publicación N°1.235-


                                                                                               Juan C. Morales Mejía

Poeta, músico y ensayista de Ecuador, nacido en Ibarra en 1967. Es autor del proyecto "Mitologías de Ecuador". Ha publicado, entre otros, los libros de ensayo: "Fabulario del dragón", "Quito: las calles de su historia", etc. en poesía: "Arqueros de luna", "El poeta y la luna", "El poeta y el mar", "Los dioses mágicos del Amazonas", "El duende de San Vicente", etc. Como músico, dirige el Proyecto Poetas de América, con musicalización de textos de Borges, Huidobro, Cardenal, Sabines, Rojas, Granda, Dávila Andrade, entre otros.



                                                                        "Las aguas, que una tarde, ya no fueron las mismas,
                                                                         el mar, el río, las aguas que he convocado
                                                                         para no verte nunca,
                                                                         para creer que has muerto"






LUNA DE ARENA

Debajo de las crines,
una rosa frente a la brújula
y antes el sueño,
como un reloj del infortunio
sin arena.

Hay un tiempo para irse
y otro para no volver.
¿Cuál es la diferencia?
¿Importa un astrolabio
que añora a la luna?
Los pasos se desvanecen
como un pétalo
que cae eternamente
en tu pubis.
No hay prisa:
los adioses nunca son
suficientes.
Siempre queda el olor
de un piano nocturno
en tus manos.
Aún respiro tu espalda
cada ocasión
que miro un paisaje.-


EL ACECHO

Río lánguido sobre la espalda:
gemido de arena, destello de un piano
en sus caderas.
Musgo fragante entre sus piernas:
olas afiladas danzando en su pubis,
dentelladas de rocas frágiles
que se deshacen indolentes
en mis manos.

Zagala tersa,
fisura de líquenes y arreboles:
cabellos desatados a la Luna.

Pies gráciles,
felina acurrucada en mis brazos.
Un día se irá para siempre.
¿Qué recordaré entonces?
Acaso, que la contemplaba dormida.
Que pensaba mi memoria
en su desnudez de caracola.-


VÍRGENES DE YESO

No hay río,
el mar es una oscura mujer adversa.
Sólo dalias y una procesión de vírgenes de yeso:
mezcla de vaginas carcomidas
y de abalorios de sándalo.
Sus ojos tienen esa dulzura de acero indolente,
ese miedo de que una tarde
se harán añicos
en las manos de los muchachos
que entrarán en tropel
a olvidar futuros olores de mujeres gastadas.


ROSAS DE PIEDRA

Un pétalo para una mujer adversa:
cuerpo silente/estructura de pájaro,
no recuerdo el acero de sus ojos.
Las rosa de piedra caen eternamente
en mi presagio.-


PÁJARO DE LUNA

Lejana.
Agreste figura/sicomoro de niebla,
soy un pájaro de Luna
entre los alfiles indolentes.
Eres la última travesía,
el paso de un fantasma
por las paredes de adobe carcomido.

Rosas sobre la máscara
y un violín solo,
con una tristeza de los amores leves.
Esos que desenvuelven tules
y olvidan los ojos trágicos,
esos que huelen a lejanías
desde el primer ímpetu
de una desnudez sin memoria.
Un tiempo más del alba
que de los cuerpos bravíos.

Soy un pájaro de luna
perdido en tu pubis.
Una pluma de la noche
que cae eternamente
en tu bosque incendiado.-


EL ÁNGEL

Una pluma como símbolo de un naufragio.
Despliega sus alas y su certeza:
una premonición de tules azules.

Sus labios mueven otro tiempo/
la urbe se ha detenido en una campana.
Ni las huestes del miedo se desplazan
por sus ojos.
Una pluma flota en el mar
a la espera de mis naves trágicas.

Si alguna vez existieron los ángeles

tuvieron el aroma de la noche en tus cabellos.-


UNA MIRADA

El hombre de la Cruz encuentra una pupila
de un ladrón de horizontes;
un arquero dibuja en la piedra su águila muerta.
De cierta forma,
en el movimiento de sus ojos
la tragedia une a los instantes.
La última mirada del águila
se estrella en la Cruz.-


                                                                                              Juan C. Morales Mejía



Imágenes: Pinturas de Ernesto Arrisueño (Perú, 1957)



quiquedelucio@gmail.com

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