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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Poesía del ombligo de los ángeles

Poesía de Daniel Samoilovich:

EL OMBLIGO DE LOS ÁNGELES NO PRUEBA

que hayan nacido de mujer
la escamosa superficie de estas islas
no pueden engañarme:
estan no son las hijas verdaderas
del volcán que ardió en el Pleistoceno,
son apenas figuras que el sueño
      engendró torcidas
más por diversión, por capricho de artista
que por mejor imitar a su modelo;
les paso la mano por encima
y agarro aire, si es que agarro;
si es que muevo la mano, si pudiera
moverla, si tuviera
mano:
lo cual no es obvio, lo cual no es evidente.-

ME QUEDO QUIETO, NO PORQUE NO PUEDA

moverme yo sino por la parálisis
simultánea de la opacidad
y del sentido: te miro

desesperado, no parece que lo notes,
parece, no parece, me acuerdo
que acá le dicen brillos al diamante.

Como quien permaneciera dormido el cuerpo
inmóvil, sin entender que se está quieto
porque uno duerme:

y le ordenara, en el sueño, moverse,
sin lograr que obedezca, estando,
como está, boca abajo, dormido:

en un cuarto feo, azul
que por suerte o por desgracia uno
no llega a ver

estando, como está, dormido,
estampado en la carne creyendo
que se quedó paralítico, que

la cama horizontal, es un muro
vertical, o peor, una barrera
invisible

como el cuarto feo y azul
que, por suerte o por desgracia, uno
no llega a ver

soñando como sueña, que está

paralítico entre el rojo
zigzag.-

Daniel Samoilovich: (Buenos Aires, julio de 1949). Poeta, escritor, periodista y traductor de latín, francés e inglés. Desde 1986 es director del periódico "Diario de Poesía" que ganó en 1990 el Primer Premio del Concurso de Publicaciones Culturales. Parte de su obra en poesía es: "Párpado" (1973), "El mago" (1984), "La ansiedad perfecta" (1991), "Agosto" (1995), "Rusia es el tema" (1996), "Las encantadas" (2001), "El despertar de Samoilo" (2005), etc. En 1997 Samoilovich ganó el Premio "Julio Cortázar" otorgado por la Cámara Argentina del Libro.

COMO ESA PUTA QUE EN UN PUENTE DE PARÍS

le entregó a un conde ruso la tarjeta
de un professseur especialista en sífilis,
éramos cada uno para el otro
cura y enfermedad, daño, alivio.

Bajo el cielo a veces negro, a veces rojo,
acortamos los pasos, porque pasos
más breves alargan la noche.

Te agarraba del brazo en las esquinas,
hacía falta algo fijo en el tiempo
que al caminar tan despacio delatamos:

árboles de flores iguales
dentro y fuera de la casa, laberinto del que,
si nos hubiéramos perdido real-
mente, no hubiéramos salido
impidiendo de ese modo
que la noche pasara y pasando diera paso
a las noches siguientes:

extraviarse en el espacio y así cortar
en cualquier eslabón la cadena del tiempo;
llegar al puerto, y que en el cielo enmascarado,
irradien fuegos de San Telmo
los topes de los mástiles.-

                      Daniel Samoilovich




Imágenes: pinturas de la vanguardia surrealista.

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