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miércoles, 13 de julio de 2011

Cuentos muy cortos que siguen siendo cuentos

Enrique Anderson Imbert:

"El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro: ¡Cuidado Fabián! está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra "Zangolotino" -¿Zangolotino?- pregunta Fabián azorado y muere".-

EL SUICIDA

Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo-  alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno. ¡Estaba tan seguro! Recogió la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revolver contra la sien. ¿Qué broma es ésa? Alguién -¿pero quién, cuándo?- alguién le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamas y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien. Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como el agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez. Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando. Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad encendida.-

                                                         Enrique Anderson Imbert

María Paz Ruiz:

                                                           RITO PARA DORMIR

No era guapo, mucho menos listo, pero a ella le extasiaba verlo entrar por las noches, y escuchar el ruido de sus botas cargadas de excremento de bestia y barro.
Su mano de lija encontraba la postura para darle una caricia donde a ella más le gustaba; justo entre el cuello y la espalda, y entonces se sucedían cuatro o cinco minutos de masajes sin decir palabra hasta que se quedaba dormida y dejaba de chasquear.
Así es como cada noche entraba en un sueño de siete pisos, donde ni el frío ni la lluvia podían despertar a la vaca más anciana del pueblo.-

                                                EL HOMBRE DE COLOR NUNCA VISTO

Un amigo le habló de la propensión a contraer el cáncer por usar pasta dental, así que empezó a lavarse los dientes con limón y sal. Al cabo de un tiempo se le cayeron los dientes y tuvo que mandarse a hacer una prótesis que se le salía a menudo. No comía carne ni pollo congelado, luego se supo que ese fue el inicio de su inconfesable temor a llenarse de metástasis. No bebía, nunca fumó, dejó de comer polvorones a los cuarenta y a los cincuenta dejó la Coca Cola, las grasas vegetales, el arroz blanco, la soja, la leche de vaca, la de cabra, las frutas sin certificado ecológico y pronto tuvo que declinar las invitaciones en restaurantes porque no encontraba qué comer ni qué beber.
Se decantó por alimentarse con puré de zanahorias recién hecho porque los dientes le molestaban y le decían que lo mejor para ellos eran las comidas calientes. Un día se quejó de un dolor de estómago, no se tomó ningún medicamento, se hizo el loco para no ir al hospital, siguió comiendo puré de zanahorias hasta que un maldito cáncer de estómago se cebó con él.
Murió en un ataúd ecológico  y con un color de piel nunca visto por ningún médico; pues parece que las zanahorias, a las que era alérgico desde la niñez, le intentaron hablar de la única forma que sabían.-

                                                                     María Paz Ruiz

Enrique Anderson Imbert: (Córdoba, 1910-Bs. As., 2000) Escritor, ensayista y profesor universitario. Principales Obras: "Reloj de arena" (1955), "Consenso de dos" (2000), "El milagro y otros cuentos" (1985), etc.
María Paz Ruiz: (Bogotá ,1978) Escritora y periodista colombiana. Reside en España desde el 2000. Publicó "Memorias de Soledad, una colombiana en Madrid", colabora en revistas literarias.
Imágenes: pinturas de Víctor Vasarely.

Quique de Lucio

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