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sábado, 23 de julio de 2016

Veo lo que queda


Sexto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a más de 1.400 escritores, respetando el derecho de autor.



Publicación N° 1.224-
                                                                                                         
                                                                                                            Elsa Veiga

Poeta y narradora de España, nacida en Santiago de Compostela en 1972. Estudió Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y se especializó en Literatura Española e Hispanoamericana. Pasó dos años en la Biblioteca Nacional catalogando manuscritos del poeta Jorge Guillén, dio clases de español para extranjeros y ha trabajado como jefa de prensa y comunicación en editoriales y reseñas para revistas y periódicos literarios. En 2009 recibió el Primer Premio  de Binéfar, Huesca y fue finalista en el XXVII Premio Ana María Matute de Relato 2015, entre otros.


                                                                                               "Me balanceo ahora
                                                                                                de hilos hecho mi hamaca.
                                                                                                Permanezco escondida,
                                                                                                feliz con mis arañas"









Y VEO LO QUE QUEDA

Yo, cuando me decepciono,
me retiro.
Agacho la cabeza,
la meto bajo tierra.

Tú, cuando decepcionas,
te haces grande.
Gigante del orgullo,
me persigues.

Yo hundo a cabeza.
Lentamente.

Los ojos,
como hogueras encendidas,
cómo si no,
si no, no son hogueras,
comienzan a mirar
lo que nos falta
y lloran lamentando
lo que queda.

Yo, cuando soy consciente
del otoño,
dejo caer las hojas
que me sobran.
Retiro la coraza
con premura
y en carne viva
dejo que me veas.-





RECUERDOS ENFRASCADOS

A las tardes ociosas
se unió la pesadumbre
de tener que pensarlas.

No valía con sentirlas
-sentirte es otra cosa-
Había que contenerlas
en frascos de memora.

Guardé con certidumbre
los momentos pasmados,
las arañas reptando,
mi ojo en las paredes.

Escondí tras la puerta
los momentos felices
que no fueron ociosos.
Viví tras las persianas
los que me devolviste.

Guardé en frascos y en cofres
los instantes perdidos.
Cubrían las telarañas
los más afortunados.

Me pillas recogiendo
los restos de una tarde
entre cristales rotos
de un frasco que rompimos.

Acumulado el polvo
entre el corcho y el vidrio
destapo uno bien alto
que observa lo que hacemos.

El olor de momentos
felices y perdidos,
aunque quiera apresarlo,
se escapa por el cuello
e impregna todo el cuarto.

Las arañas esquivas
que anidan en lo alto
van cayendo, invadidas
por el olor a a viejo
por fin recuperado.-



MAÑANA Y CICATRICES


Es miedo lo que tengo
y cicatrices.
Anuncian su comienzo al principio del muslo
y ascienden imparables hasta ahogarse
en el cuello.
Las miran los que esperan encontrar mi conciencia.
La doctora las trata con mimo y sin sorpresa.
Sospecha el miedo azul que trasluce en el fondo
de cada cuadradito de la piel que me forma.

Conforman mi conciencia cantidades de miedos
que intentan escaparse por la boca y los ojos,
por los huecos que saben que no quieren abrirse.

Las mañanas despiertan con los ojos cerrados.
Queriendo ser mañana siguen siendo mis noches.
La boca entumecida del vómito pasado
no expresa un miedo eterno,
no habla conmigo apenas.
Cobra vida, a mí ajena,
cobra muerte en lo triste
que resulta ser mía.

De mí se sonreía
la otra noche, temblando,
mientras yo la forzaba a expulsar
lo que había.
A ravés de la risa
sostenía la mía.

Mi boca indeendiente
y mis ojos ausentes
no creen en las mañanas
porque habitan personas
llenas de cicatrices.-


NUEVA YORK DESDE BRYANT PARK

Me siento a contemplarte
en Bryant Park
pocos días antes de irme
de ti
quién sabe si para siempre.

Bajo el quiosco de helados, a la entrada,
una tarde de calor y humedad
de fin de agosto,
de resto de verano,
de Labor Day con vida.

Times Square a mi izquierda.
Las Américas miran en mi norte.
Detrás, el Empire,
majestuoso,
se refleja en el cristal
de un rascacielos.

"Si deja de llover prometo..."
me digo con pocas esperanzas.
Y no sé qué prometo,
qué podría,
qué daría
consuelo a esta tarde.
Qué de nuevo.

Permanecer aquí
daría esperanza
a las últimas horas de este día.

Una tarde
de verano cargada
todavía,
me miré en el espejo
de una orilla
de edificios inmensos
que invitan a quedarse.
Enormidad plagada de alegría.-



                                                                                                              Elsa Veiga




Imágenes: Pinturas de Darren Thompson  (Estados Unidos, contemporáneo)






quiquedelucio@gmail.com





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