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martes, 8 de noviembre de 2011

No fueron necesarios los puntos

En gramática, se dice que la oración es el constituyente sintáctico más pequeño, capaz de realizar un enunciado, una petición o una pregunta y que se diferencia de las frases en la completitud descriptiva. Eso lo aprendí en la Facultad. Podemos decir, pragmáticamente que la oración es el fragmento más pequeño del discurso que comunica una idea completa y posee independencia. De todos modos, vale la pena aclarar  que el concepto de "oración" es uno de los que más revisiones ha sufrido en los modelos gramaticales desde la aparición de la lingüística moderna. También me enseñaron que los signos de puntuación delimitan las frases o los párrafos y establecen la jerarquía sintáctica de las proposiciones, consiguiendo así estructurar el relato, ordenar las ideas. Por eso requieren un empleo muy preciso. No quiero aburrirlos, pero vale una última aclaración: Más allá de cualquier norma establecida, los signos de puntuación componen también la arquitectura del pensamiento escrito. En ese sentido no existen normas exactas para reglamentar el correcto uso de los signos en los textos narrativos como poéticos. Bien lo sabía a esto Julio Cortázar, que sin recurrir a argumentos complicados, escribió un cuento breve sin ningún punto. Excelente relato que permaneció inédito hasta después de la muerte del gran escritor argetino.

LA FE EN EL TERCER MUNDO

A las ocho de la mañana el padre Duncan, el padre Heriberto y el padre Luis empiezan a inflar el templo, es decir que están en la orilla de un río o en un claro
de selva o en cualquier aldea cuanto más tropical mejor, y con ayuda de la bomba instalada en el camión empiezan a inflar el templo mientras los indios de los alrededores los contemplan desde lejos y más bien estupefactos porque el templo que al principio era como una vejiga aplastada se empieza a enderezar, se redondea, se esponja, en lo alto aparecen tres ventanitas de plástico coloreado que vienen a ser vitrales del templo, y al final salta una cruz en lo más alto y ya está, plop, hosanna, suena la bocina del camión a falta de campana, los indios se acercan asombrados y respetuosos y el padre Duncan los incita a entrar mientras el padre Luis y el padre Heriberto los empujan para que no cambien de idea, de manera que el servicio empieza apenas el padre Heriberto instala la mesita del altar y dos o tres adornos con muchos colores por lo tanto tienen que ser extremadamente santos, y el padre Duncan canta un cántico que los indios encuentran sumamente parecido a los balidos de sus cabras cuando un puma anda cerca, y todo esto ocurre dentro de una atmósfera sumamente mística y una nube de mosquitos atraídos por la novedad del templo, y dura hasta que un indiecito
que se aburre empieza a jugar con la pared del templo, es decir que le clava un fierro nomás que para ver cómo es eso que se infla y obtiene exactamente lo contrario, el templo se desinfla precipitadamente y en la confusión todo el mundo se agolpa buscando la salida y el templo los envuelve, los aplasta, los cobija sin hacerles daño alguno por supuesto pero creando una confusión nada propicia a la doctrina, máxime cuando los indios tienen amplia ocasión de escuchar la lluvia de coños y carajos que distribuyen los padres Heriberto y Luis mientras se debaten debajo del templo buscando la salida.-

Julio Cortázar de "Papeles Inesperados". Editorial Alfaguara (2009)

Twitter:@quiquedelucio

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