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jueves, 24 de noviembre de 2011

Escuchar a través de la pared

La nueva narrativa: Hoy, desde España

AL OTRO LADO

Ayer conocí por fin a la hija de los vecinos. Hace dos días que mi mamá me dijo: "La familia que se muda a la casa de al lado tiene una niña de tu edad ¿qué bien, no? Y yo la miré con disgusto, siempre me irrita cuando me habla en ese tono. Yo no soy ninguna niña, tengo ya quince años. Todos los chicos del barrio se han dado cuenta, ahora me miran cuando paso por la plaza a comprar el pan, sé que lo hacen aunque finjo ignorarlos, y mi papá no quiere que me pare a hablar con el Chapas, que ya me ha invitado un par de veces a dar un paseo en su auto. No es guapo, el Chapas, lleva siempre barba sin afeitar, y es bastante mayor que yo, pero tiene esa mirada de fuego que me hace temblar las piernas de gusto cada vez que lo veo.
En esas estaba yo aquella tarde, pensando en los ojos de Chapas, y en sus músculos, y en sus manos grandes y sucias de trabajar en el taller, cuando mamá vino y me contó lo de la hija de los vecinos, y me sonrió muy contenta, como si se alegrase de que por fin yo fuera a tener una amiga para jugar. Me irrité y me marché a mi cuarto, a pensar en el Chapas sin interrupciones, y desde la ventana pude ver un camion de mudanzas y a una pareja que discutía. Me parecieron más jóvenes que mis padres. Él era alto, llevaba gafas. Tenía cuerpo de atleta. Ella llevaba el pelo recogido en un moño despeinado y gritaba. No vi a su hija por ninguna parte. Me tumbé en la cama. Cerré los ojos. Las voces llegaban amortiguadas desde la calle.
-...tantas mudanzas, voy a volverme loca...
-...nuevo comienzo...volver a empezar...
-...el doctor dijo...la niña...estabilidad...
-...Todo irá bien...muy bonita ¿no?
-¿...y me quieres?
Desperté varias horas después, me había quedado dormida con la ropa puesta. Sudaba. Me desvestí y dudé entre ponerme el pijama o no. Hacía calor. Entonces escuché aquel golpeteo rítmico, del otro lado. Un ritmo constante y pausado. Me pegué a la pared, escuché los gemidos, los jadeos, y un hombre que respiraba fuerte, que murmuraba entre dientes
y susurraba, y subía y empujaba con furia, y una mujer
que suspiraba en voz baja, y de pronto el hombre gritó y yo me aparté de la pared asustada.
-Te quiero, te quiero- dijo la voz del hombre.
Hubo una pausa.
-Creo que está enferma por nuestra culpa...
-Está bien, está dormida, déjala descansar.
-El doctor dijo...
-...ya no puedes hacer nada.
-No, no puedo.
-...empezar de cero, ¿sí o no?
-Pero...
-Pronto habrá terminado todo. Nos mudaremos de nuevo si hace falta.
-No, está bien...
-Bésame...pidió el hombre.
Ya no escuché nada más. Me costó dormirme esa noche. Pensé en el Chapas. Ayer por la mañana anduve como sonámbula hasta que mamá me mandó a la panadería y fui dando un paseo por la plaza. Allí estaba el Chapas con los demás chicos. Y había una joven hablando con ellos. No me costó mucho adivinar quién podía ser. Tenía el pelo rubio como su madre, aunque lo llevaba suelto. Cuando me acerqué noté que era muy bella. El Chapas también se había dado cuenta y la miraba con sus ojos oscuros y brillantes. No parecía muy enferma, y me pregunté qué tendría. Ella se giró hacia mí.
-Hola, tú debes ser Norma, ¿no?. Yo soy Noelia ahora vivo en la casa de al lado.
Yo ignoré su mano tendida, sólo observaba cómo los ojos del Chapas la recorrian lentamente. A mí nunca me había mirado así. Quise avergonzarla. La encaré bruscamente.
-Sí, lo se. Tus padres tienen su habitación junto a la mia
y son bastante ruidosos. Anoche casi rompieron la cama.
El Chapa abrió muchos los ojos, hubo alguna risa
entre los chicos. La sonrisa de ella se había congelado, pero me mantuvo la mirada azul, penetrante.
-Creo que lo imaginaste -respondió con calma- Mis padres duermen en el lado que da al jardín. Mi madre está enferma y necesita silencio, mucha calma.
Yo noté que mis mejillas se encendían y aparté la mirada. Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaron en mi cabeza. La oí despedirse. Yo seguí mi camino. No quería mirar al Chapas, me sentía avergonzada, no sabía por qué. Seguro que me mintió para darme una lección. Al fin y al cabo no está bien escuchar detrás de las paredes. Ni dormir sin pijama.-

           Eva Díaz Ríobello

La escritora nació en Asturias, España en 1980. También es periodista. Licenciada en Literatura Comparada. Ha escrito "Susurros en el tejado" con el que en 2010 ganó el Concurso Nuevos Creadores, concedido por la Academia de Letras de Granada. También obtuvo el Premio Jóvenes Talentos Booket en el año 2005. Eva Díaz Ríobello fue premiada por sus textos con becas en el extranjero. Actualmente desarrolla su carrera en Madrid, en medios escritos y digitales como Elmundo.es , Europa Press y El país.com

Imágenes: Artistas plásticos, Kadir Nelson y Luconge.

quiquedelucio@gmail.com
Twitter@quiquedelucio



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