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jueves, 1 de agosto de 2013

El silencio

                                                                     Olga Orozco

                                                     ( La Pampa, Argentina, 1920-1999)


                                                 "y un atardecer levantó frente a mí
                                                 esa copa de cielo que tenía
                                                 un color de álamos mojados
                                                 y en la que hemos bebido el vino de la eternidad"



SE DESCOLGÓ EL SILENCIO    poesía de Olga Orozco

Se descolgó el silencio,
sus atroces membranas desplegadas como las de un murciélago
anterior al diluvio,
su canto como el cuervo de la negación.
Tu boca ya no acierta su alimento.
Se te desencajaron las mandíbulas
igual que las mitades de una cápsula inepta para encerrar la
almendra del destino.
Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
Tus ojos no interrogan las vanas
ecuaciones de cosas y de rostros.
Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas
los fugaces modelos de este mundo.
Son apenas dos pozos de opalina
hasta el fin donde se ahoga el
tiempo.
Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja
en lágrimas.
Tus uñas desasidas de la inasible salvación
recorren desgarradoramente el reverso impensable,
el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa
la estera de los días.
Tu muerte fue tan solo un pequeño rumor de mata
que se arranca y después ya no estabas.
Te desertó la tarde;
te arrojó como escoria a la otra orilla.
debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente impenetrable,
allí, junto a los desamparados desperdicios,
los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
que oscila, que se cae,
que se convierte en nube.-


OLGA OROZCO

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos
que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas
fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios
y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el
anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos
con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros
que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se
buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a las que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma
de este mundo.

Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el
orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y
llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante
tanto tiempo.
Por eso debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la
sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por
infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".-



                                                              Olga Orozco






Imágenes: pinturas del artista de Austria, Eugene de Blaas


Publicación de Quique de Lucio para "Nos Queda
la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com
twitter@quiquedelucio

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