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viernes, 14 de junio de 2013

Candy

                                                                 Elena Medel

Poeta y crítica literaria nacida en Córdoba, España, en 1985. Fue becaria del Ayuntamiento de Madrid en el 2006. Forma parte del equipo coordinador de "La Bella Varsovia" y colabora como articulista en diversos suplementos literarios de la prensa. Su obra, contenida en los poemarios "Mi primer bikini", fue Premio Andalucía Joven 2001, "Vacaciones" (2004), "Tara" (2006), "Un soplo en el corazón" (2007), "Cuentos eróticos de San Valentín" (2007), etc. Parte de su trabajo ha sido traducido al árabe, portugués, inglés, italiano, francés y publicada en antologías.


                                    "La lluvia dolía igual que duele el frío
                                    en un cuento navideño
                                    con barrios de cartón.
                                    Me tumbé, empapada, sobre el colchón"



CANDY    poesía de Elena Medel

Rota sobre el arcoiris,
descubro que la lluvia
es mi única coraza.
De noche se me forman
piscinas en el hombro,
mientras cuento mis pecas.

De mañana, imagino
que buceo en ellas:
que mi nuez es esponja,
que escribo mis poemas
con la ruina de nadie.
En el fondo de todo
-cuyo cielo es trapecio-
mi cuello de botella
se empequeñece y ríe,
con un mensaje dentro:
salir jamás de aquí
hormiga a pata coja.

O tumbada en añil:
mi barbilla es cruel
y araña el imperdible
que sujeta mis botas,
o me arranco de cuajo
el punzón que me aferra
al balcón y me asomo.
He estado ahí abajo.
Golpeo el techo y llueve.
Diluvia mi cabello:
la lluvia es mi defensa;
éste, mi himno acuático.

He estado ahí abajo.
Abajo, más profunda.
Donde puedo estar sola.
Incluso más abajo,
incrustada en el fondo
del agua o de la tierra.
Trenzas destartaladas:
soy muñeca de sucio
trapo, pisoteada,
rota sobre el arcoiris.-



ESCRIBIRÉ QUINIENTAS VECES

Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las
        paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del
        colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para
        recordar mi origen cada vez que yo viva.
En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de
        cristal, aunque ella duerma lejos:
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie
        su nombre escrito.
Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme
        amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con
los ojos tiritanto de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel
       de bienvenida a un hogar diferente.
Sobre mi cabello, como el de mi madre, la corona que
       me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos;
miraré cómo retozan de acrílico las palmas de mis
manos, sangrará mi lengua para mis muertos.
Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre
para quien quiera escucharlo, y escribiré
       que bendigo este medio corazón en huelga mío,
       pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.-


SUEÑO SUCIO 1


Con apenas un año de vida, mi hija se asoma al balcón: sus
        pulmones son una pecera.
Dentro del plástico le flota una piraña; bajo la lengua, una
        brújula apunta al suelo:
el mecanismo de la vida de mi hija me vino por correo aéreo,
        desmontado.
Desde un segundo piso, mi hija disfruta con las cosas
        brillantes, los estribillos de dos sílabas, las alturas. ¡Está
        muy mayor para su edad!
Asoma su cabeza entre las rejas del balcón: tienen su mismo
        aspecto.
                                         Se lanza frente a Él
contra el suelo.                 Tiene su mismo aspecto.

Esta sensación me salpica los zapatos: como si me atravesaran
       el esternón con un cuchillo y extrajesen una porción
       que se exhibiera, por los siglos de los siglos, en una
       urna, sobre un cojín púrpura;
como si nos inventásemos salmos
para recitar en el colegio, entre segundo plato y postre, yendo
       de paseo, al irnos a dormir, al decirnos te quiero y
       abrazarnos,
para limpiarte la conciencia cuando untes en tu desayuno
       tostadas con la miel de la vida de mi hija,
manual de instrucciones para amortiguar el golpe.
       Igual que tú, tiemblo.

       Ya no puedo llorar.-


                                                                 Elena Medel




     Imágenes: pinturas de la artista argentina Leonor Fini (Buenos Aires, 1907- París, 1996)


Publicación de Quique de Lucio para "Nos Queda
la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com
twitter@quiquedelucio

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