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viernes, 23 de septiembre de 2016

La lentitud

Sexto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a más de 1.400 escritores, respetando el derecho de autor.




Publicación N° 1.480-



                                                                                            Ricardo Ramírez Requena

Poeta y narrador de Venezuela, nacido en Ciudad  Bolívar en 1976. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Es además librero y profesor universitario. En el 2011 obtuvo Mención Especial con el poemario "Maneras de irse", publicado por la Editorial Ígneo. Algunos de sus textos aparecen en revistas y páginas literarias de su país y de México, Colombia y España. Ha sido finalista en dos ocasiones del Premio de Cuentosde la Policlínica Metropolitana (2011, 2013). Ha participado, entre otras, en la V Semana de la Nueva Narrativa Urbana (2010).



                                                                                    "Mejor no hacer nada.
                                                                                     El demonio está aquí pero duerme.
                                                                                     Los labios no están prestos y se secan.
                                                                                     Mejor no hacer nada, solo eso"   


       







LA LENTITUD

Va lenta la semana. Nos gusta dejarnos para más
tarde, le lucidez a la mano con el pánico.
No somos la historia de nadie: un animal doliente
de promesas por los espacios del herraje, mientras
nos gritan, nos gritan y nos lamen las orejas con
susurros destrozados un disfraz de alegorías,
un refrán de majaderos.
La providencia de dios está llena de azares
de múltiples rostros.
De murmullos de espanto en los umbrales.
Momentos de ocio, de fotografía: la mujer desnuda
en la autopista, las torres del silencio, la noche
devoradora de mañanas.-



POSTAL DESDE LAS PALMAS

Querida Isolda:

Llueve.

Apenas.

Si uno mira con cuidado es como
un fractal del cielo en movimiento.

Cubre la plaza de ladrillos y al parque,
todo el círculo de este sitio callado.
Veo una tintorería que abre,
el abasto anunciando la hora de la ley seca
y su duración,
el edificio Cumarebo, el Atalaya,
los conserjes sacando la basura.

Me siento en el espacio menos mojado de la plaza.

Unos novios se toman fotos al fondo
del parque y piden mi ayuda para una foto
de los dos sentados en el banco de la izquierda.
Lo hago con cuidado.

Si supieras dónde ando,
a los pies de mi montaña,
en este reino de silencio a donde fui a parar
después del destierro que Mark me impuso
de no volver a Comualles, después de mi
estadía en Puerto Malo.

Si supieras cuánto agradezco al día
este resguardo, estos diez minutos,
ya despidiéndose.

Pasan las cotorras,
pasan también otros pájaros
y hasta los pocos vehículos que dan vuelta
se sienten poco.

Si te detienes, escuchas tus latidos
al unísono con la montaña.

Si te callas adentro, escuchas la lluvia como si fuera
un frotar de dedos.

Los novios se marcharon.

Volteo a los lados, arrojo el paraguas,
me quito los zapatos,
y como sufro poco de vergüenza,
me quito la ropa sonriéndole a la doña
que se asoma en la ventana.

Cierro los ojos. Siento la llovizna, mido su paso.

Levanto las palmas de mis manos.

Me olvido de todo, aquí en Manoa.

Soy apenas lo que queda del chubasco.-



CUERPO DE MUJER

Cuando el cuerpo habla, las palabras que lo nombren se deben ante él.
Debe darnos aquello que enuncia sus olores, el sabor del lugar del que
procede. Cada cuerpo habla a otros como a sí mismo;
despierta rechazos y acercamientos, dudas y certezas, epifanía y
desconcierto. Así la palabra con el cuerpo: le habla desde su doblez
y su carencia, su dulzura y sus aciertos. Cada palabra se levanta,
se lava, suda, se perfuma desde el espejo del otro. Lleva un ritmo
dictado por el cuerpo, que se abre sincero.






MANERAS DE IRSE

Las amigas de mi madre se han ido muriendo.
Primero fue Yolanda, de carne firme y silencio.
Luego vinieron la abuela Arreaza, quien le vio
el culo a todo El Cafetal de tantos años
poniendo inyecciones;
Elvira, su alegría y su cigarrillo perpetuo;
Beatriz, a quien no le tocaba
realmente pero decidió
irse, y al final Elena, impuntual.
Todas se han ido muriendo.
Quién les habrá dicho
que podían morirse así, como pidiendo
permiso.
Hay maneras de irse y cada una ha respetado
el pacto que las une.
Hay un orden de las cosas y mi madre
lo ha entendido en su silencio.
Se le ve en el rostro, cada vez que aparece Elvira
durmiendo o fumando en la casa,
o el ascensor decide detenerse
en el segundo piso, el de la abuela.
Tanto apuro y nadie quiere irse de verdad,
dice.
Tanto apuro y no pueden vivir sin contarme
sus asuntos en los sueños, comenta.
Me dejaron sola,
cuidándoles la calle y a su gente.
Yo cuento ahora los chismes, yo doy las clases,
yo pongo las inyecciones ahora.
Aún no puedo irme, me cuenta.
Ni que quisiera.
Cada día me encomiendan cosas nuevas
las pendejas esas.-



                                                                                                           Ricardo Ramírez Requena




Imágenes: Arte digital contemporáneo de los Estados Unidos.




quiquedelucio@gmail.com








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