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domingo, 21 de diciembre de 2014

Lo que nos queda

Cuarto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.



                                                                  Julio Ortega

Escritor, profesor universitario y crítico literario peruano nacido en Casma en 1942. Reside en Estados Unidos donde impartió clases de Literatura Latinoaméricana en Brown U desde 1989. Vivió también en México y Barcelona y regresó a trabajar como "full professor" a la Universidad de Texas, Austin, en 1978. Ha recibido la Orden del Águila Azteca por el Gobierno de México, la Medalla José Lezama Lima por el Ministerio de Cultura de Cuba en 2010, Miembro Honorario de la Academia venezolana de la Lengua, etc.


                                                          "este verano
                                                          bajo el árbol barroco
                                                          mi vereda:
                                                          orilla de la floresta
                                                          de donde volviendo salí sin sombra"






  LO QUE NOS QUEDA

Lo que nos queda es la letra: la vida
en su propio abecedario,
donde el día se mide
silábicamente, como si el futuro fuese
un concurso de deletreo.
Pasado puro, su habla está hecha
de los lugares que el obvio hace mutuos.
Olvídalo todo menos el barroco
dedicado al sobrenombre.
No hay nada que recordar del río
heracliteano que siguió de largo,
salvo la redundancia.
Ilusiones del nombre propio
cuando partida en dos la palabra
deja un residuo de sílabas,
la escritura sin firma.
La sílaba, Sibila,
habla todas las lenguas.
Sólo es analfabeta del futuro,
que escribimos tentativamente
como si lo recortáramos
letra tras letra
ABC de un idioma
desaparecido.-


LA VIDA DE LOS JÓVENES

Espero bajo el alero que pase la lluvia
incongruente este verano sabatino
de títeres y carrusel.
Es una vida didáctica, con ternura y
sobresaltos porque los horarios de la nena
son la base del tiempo disponible.
Así, los jóvenes padres (aun exaltados
por la literatura amena de su misión en el mundo)
suben a los caballos amarillos del circo
etnológico donde los niños dorados ignoran
el miedo. La vida es este
rintintín metálico, finesecular,
que repite la funambulesca rotación
de los astros en el Mall.
Del tiempo vienen los padres
pero los hijos huyen del tiempo.
Me voy, repetido por la escena
de esta educación ecuestre.-


QUÉ LOCURA

Qué locura haber sido
quien fui, enamorado de la belleza
de la vida, de su fácil documentación.
Qué absurdo puede ser uno
creyendo que al cambiar las luces,
antes de doblar la esquina de la fuente,
habría que cambiar de vida,
dedicarla a la intensidad
de una canción de Schubert.
Después, compré una bolsa de nísperos
y una botella de champán,
y alarmado te esperé.
Nos marchamos en el Talgo
y en el alba cantábrica
partimos el pan.
Deleitoso, raudo,
asombrado pasó el tiempo.
Pero aún despierto
en las vísperas.-


REESCRIBE LA VIDA NO SU HISTORIA

Reescribe la vida no su historia
sino el consuelo de su variación.
Está condenada, se diría, al color local.
Tiene una tendencia, es verdad, melodramática
a las emociones fuertes.
Y suele ser víctima de las ideas fijas.
Sueña, en fin, que es otra
(para leerse censurada, lectora
de Freud) y se deja arrebatar por los personajes
capaces de canjear su existencia
por la tuya, a nombre de la identidad.
La vida, una suerte de "ego trip",
prodiga así explicaciones, robusta.
Es el caso de la bella catalana
en la presentación de un libro
en Barcelona: recuerdo su coqueto
sombrero puneño,
tan lozana, húmedos los ojos oscuros.
No sé que hace ella aquí, aparte de
alegorizar, supongo, un estado de inminencia
(amorosa, zozobrante), antes
de que en la costa ella pasee
vestida de amante arrebatada, con el pelo
largo, traje sedoso y libre,
a nombre del amor perecedero.
Pensamientos vanos
que poco añaden a la existencia disímil
de su verdad, este trance alegórico.
Así, la vida se torna
anacronista: inventa testigos
de sus personajes preferidos
y nos despierta alarmados
por la belleza perdida. Solos
con la verdad del otro, tarde.
Como si faltaran pruebas, me anima
la urgencia de enviarle un fax.-



                                                                   Julio Ortega



Imágenes: Pinturas de Jules Bastien Lepage  (Francia, 1848 - 1884)



quiquedelucio@gmail.com

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