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lunes, 14 de julio de 2014

Teatros vacíos


Cuarto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


                                                    Gaudencio Rodríguez Santana

Poeta y crítico de arte y literatura cubano nacido en Colón en 1969. Reside en el municipio Perico, provincia Matanzas, Cuba. Ha publicado. "De cabeza sobre el mundo" (1989), Teatros vacíos" (2003), "Glosas" (2004), "El Gran Padre" (2004), "En la moviola" (2006), "Los versos de Martí" (2007), etc. Obtuvo el Premio "José Jacinto Milanés" (2003) y el Premio América Bobia de Poesía en 2003. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC).

                                         
                                               "Mi hermano, acaso el atrevido,
                                                traía las hojas más verdes,
                                                y en cambio yo esperaba otra vez la lluvia
                                                con su descenso de animal sobre la tierra"






TEATROS VACÍOS

Es raro que me siente a escribir sobre la soledad
en la vieja luneta de un teatro.
(Los teatros no son para otra cosa
que no sea contemplar desde sus bordes
historias de muchachas que nunca serán mías).
Y es raro también que nadie sepa
qué hay después de la función.

En los teatros vacíos solo quedo
mientras en viejos pedacitos de papel
alguien dejó recados para una muchacha.
Sé que ellos ahora deben conversar mientras canto
desde el secreto de la lluvia
que afuera se hunde en mis lugares preferidos.
El mundo puede ser sencillamente
el poco de papel que riego por el mundo
mientras la noche es eternamente lluviosa.

Sé que ellos ahora
no saben que en algún momento
mi felicidad es imaginarlos haciendo el amor
en un cuarto de paredes rotas,
entre las sábanas sucias de otros tantos cuerpos
que se han perdido en la soledad de los teatros;
y en mi anónima canción que ni siquiera el viento
deja entre las ramas vacías de los árboles.


ORACIÓN DEL HERMANO GAUDENCIO

No puedo perderme entre las vocales repetidas
en las paredes del claustro.
No tengo el ánimo de andar las casas pobres
y los callejones donde a veces a descansar
se sientan los amigos.
No´acudo a los montes a recorrer cada mañana
las hierbas, los arbustos, las ramas caídas.

Sólo es andar entre las las páginas mal queridas
y los salmos deshechos/la conjugación de mar
y restos de eternos poemas urdidos.
El paso de este hombre que apenas halla siempre
la arena que deposita en nuestro corazón
una lámina oscura de silencio.

A mí me valen estas plegarias tanto como andar
con aquellos mensajes que apenas son conocidos
por el libro sagrado. Éstas son mis necesidades
de regresar a lo infinito que ya nadie
deja de invocar cada vez que se descubre.
Nada me dice qué hacer, y sólo creo creo adivinar acaso
la actitud del ángel de los niños, o el demonio que pasa
junto a la carne de los desamparados
y el gesto mío cuando escribo de noche.
Yo apenas suelo dormir después,
entre los hermanos que pasan
a recoger los frutos sagrados del almendro
flores secas ya para el altar de sus manos.-


LA SOMBRA DE UN HERMANO

A veces siento la sombra de un hermano
sobre la rama desnuda de los árboles.
Él y yo íbamos a recoger las frutas del viento,
las pocas hojas que dejaba la lluvia.
Hacíamos del juego una ilusa frontera
entre la verdad y la nada.

Pero ese hermano se ha perdido.
Nunca pudimos juntos correr hacia los trenes
o comer las frutas de otros árboles, las ilusiones
que bogan en los ríos revueltos.
Ese hermano se hunde en la memoria
con un rostro difuso. Tímido e infantil
deja sus juegos encima de las ramas
y en una sombra, un epitafio cruel
de los días que vienen desde enero.

Hoy he aspirado su aire en la lejanía
de las que fueron. He creído
hallar en sueños un poco de la imagen
que pensábamos lanzada contra
el mar por la tormenta,
y el estruendo se torna
este pan tan sencillo que bosteza
como cada canción antes que empiece el alba.

A veces siento la sombra de un hermano
que dibuja tras de mi los versos que me dicta.
Un hermano pondera el talento del hermano mayor,
ilustra su elocuencia.
(Sólo me queda
el sonido de las ramas que desnudan los vientos
y las hojas que lavan las madres en otoño).-


                                         
                                                         Gaudencio Rodríguez Santana




Imágenes: Pinturas de los artistas clásicos Francisco de Goya y Rafael Sanzio


Publicación de Quique de Lucio para "Nos Queda 
la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com

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