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jueves, 4 de abril de 2013

El retoque final

                                                                         Olga Orozco
                                                                 (Argentina, 1920-1999)


                                             "He dicho ya lo amado y lo perdido,
                                             trabé con cada sílaba los bienes
                                             que más temí perder,
                                             No te pronunciaré jamás, verbo sagrado" 



EL RETOQUE FINAL   poesía de Olga Orozco

Es este aquel que amabas.
A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado
a ciegas tu destino, a esas manos mezquinas
que apuestan a pura tierra su ganancia,
consagraste los años del pesar y de la espera.
Ésta es la imagen real que provocó
los bellos espejismos de la ausencia:
corredores sedosos encandilados por la repetición
del eco, por las sucesivas efigies del error;
desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia
el recuperado paraíso, cuartos a la deriva,
cuartos como de plumas y diamante
en los que te probabas cada noche los soles
y las lluvias de tu siempre jamás,
mientras él sonreía, extrañamente inmóvil,
absorto en el brazo de la perduración.
Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
él te llamaba por tu verdadero nombre.
Construcciones en vilo,
sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
cárceles de la dicha, cárceles incensatas.
Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
una palabra fría como la lija y la sospecha,
y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
Querrías, más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
no haber visto jamás al que no fue.
Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
la inevitable cinta de toda tu existencia.
Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones,
de días migratorios; él con su rostro de antaño,
con tu historia inconclusa, con el amor saqueado
bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.-





LAS MUERTES

He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso
de la piel del lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz
de alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los
infames lechos vendidos por la dicha,
porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida
gota de salmuera.
Esa y no cualquier otra.
Esa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros
de nuestra vida.-


VUELVE CUANDO LA LLUVIA

Hermanas de aire y frío, hermanas mías:
¿cuál es esa canción que se prolonga por las ramas
y rueda contra el vidrio?
¿Cuál es esa canción que yo he perdido
y que gira en un viento y vuelve todavía?
Era lejos, muy lejos, en las primeras albas
de un jardín custodiado por ángeles y ortigas.
Cantábamos para siempre la canción.
Cantábamos nuestra alianza hasta después del mundo.
Eso hace mucho tiempo, hermana de silencios.
Era en tu adolescencia y en mi niñez más tierna,
cuando apenas te habías asomado a las sinuosas
aguas del amor, que te apresaron pronto,
y aún te vestías contra nuestro candor
con el muestrario de las apariciones:
la novia fantasmal, el alma en pena o la mendiga loca;
pero al día siguiente eras la paz y el roce de la hierba.
Cuando te fuiste, faltó el cristal azul en la canción.
Era hace mucho tiempo,
hermana de aventuras y de sol.
Fueron tantos los años compartidos en fiestas y en adioses
que se trizó en pedazos la canción cuando tu mano abandonó la mía.
Hermanas de ráfaga y temblor, hermanas mías,
las escucho cantar desde las espesuras de mi noche desierta.
Sé que vuelven ahora para contradecir mi soledad,
para cumplir el pacto que firmó nuestra sangre hasta después del mundo,
hasta que completemos de nuevo la canción.-


                                                   Olga Orozco


Imágenes: pinturas de Ernst Kirchner, del expresionimo alemán y de Claude Monet, del impresionismo.


Publicación de Quique de Lucio para "Nos Queda
la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com
twitter@quiquedelucio




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