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viernes, 9 de enero de 2015

El olvido


Cuarto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


                                                                               Judith Ortiz Cofer

Poeta y narradora puertorriqueña nacida en 1952. Su obra que ha sido varias veces galardonada abarca la poesía, cuentos cortos, autobiografía, ensayos y literatura juvenil. Fue profesora de Inglés y Escritura Creativa en la Universidad de Georgia, donde impartió clases de pregrado y postgrado durante 26 años. Entre otros, en 2014 ganó el Premio al Logro del sudeste Facultad Conferencia de la Universidad de Georgia.


                                                                           "Aquí estamos, aquí
                                                                            recordamos, aquí
                                                                            nos alcanzan las oscuras
                                                                            aguas de la noche" 






EL OLVIDO (Según las madres)

Era una cosa peligrosa
olvidar el clima del
lugar en que naciste; alejar
las voces de los parientes muertos cuando
en sueños ellos te llaman por
tu nombre secreto; peligroso
rechazar las ropas que has
nacido para llevar para estar a la moda;
usar armas e instrumentos afilados con los que tú
no estás familiarizada; peligroso
desdeñar los santos de escayola ante
los cuales tu madre se arrodilla
rezando por ti con
embarazoso fervor para que sobrevivas en
el lugar que has escogido para vivir;
una habitación cara, elegante,
y con pocos muebles, sin cuadros
en las paredes: un lugar de olvido donde
ella teme que mueras de frío.
Jesús, María y José.
El olvido es una cosa peligrosa.-


UN ARS POÉTICA

Preside desde el mostrador de formica,
con la Madona y el Niño de plástico imantados
por arriba de una antigua caja registradora,
con olores embriagantes de latas abiertas de
bacalao seco, racimos verdes de bananos
colgando de sus palos como ofrendas votivas:
ella es la Patrona de los Exilios,
una mujer sin edad que nunca fue bonita,
que pasa sus días vendiendo recuerdos enlatados
mientras oye a los puertorriqueños quejarse
de cuánto más barato sería volar a San Juan
que comprar aquí dos kilos de café Bustelo;
a los cubanos perfeccionando su discurso
de un "glorioso retorno" a La Habana,
donde a nadie se le permite cambiar
o morir hasta que llegue el día;
a los mexicanos que pasan con la cantaleta
de cuántos dolaritos van a ganar en El Norte,
queriendo todos del español hablando,
para contemplar el retrato de familia
de su rostro ancho y plano,
su busto generoso
derramado en sus brazos regordetes,
su mirada denotando interés
cuando hablan con ella o entre sí
De sus sueños y desiluciones.
Cómo se ríe al comprender,
cuando caminan por los pasillos angostos de su tienda,
leyendo etiquetas de paquetes en voz alta como si
fuesen nombres de amores perdidos: suspiros,
merengues, los dulces rancios de la infancia
de cualquiera. Ella se pasa los días.
Rebanando jamón y queso y envolviéndolos
en papel de parafina
atado con mecate: puro jamón y queso
más barato en el AyP, pero que no saciaría
el hambre del viejo frágil perdido en los pliegues
de su abrigo de invierno, que le trae listas de víveres
y se los lee como poemas, o de los demás,
cuyos antojos ella debe adivinar, conjugando productos
de lugares que ahora sólo existen en sus corazones:
puertos clausurados donde ella debe comerciar.-



 LA LECCIÓN DE LA CAÑA DE AZÚCAR

Mi mamá abrió bien grandes los ojos
parada al lado de la plantación
lista para cortar.
"Respirá hondo",
     dijo en voz baja,
"no hay nada tan dulce:
nada más dulce."
     Al escucharla,
papá dejó la goma pinchada
que estaba cambiando
bajo un sol que sacaba la brea
del asfalto,
y me agarró del brazo,
quebró mi corrida hacia una planta:
"La caña puede asfixiar a una niña:
las víboras
se esconden donde crece más alto
que tu cabeza".

Y nos llevó de vuelta al auto lisiado
donde transpiramos nuestra penitencia,
por haber antojado más dulzura
que la que nos es permitida,
más de la que podemos manejar.-


MUJERES QUE AMAN A LOS ÁNGELES

Son esbeltas
y rara vez se casan, viven
sus largas vidas
en amplios salones, puertas francesas
que dan a parques geométricos
donde crecen profusas
flores aromáticas.
Tocan el piano
al atardecer,
sus cabezas inclinadas
en un ángulo lleno de gracia
como si estuvieran escuchando
notas entonadas más allá
del oído humano.
La edad las hace traslúcidas;
cada palpitación de sus corazones,
visible en la sien o el cuello.
Cuando se mueren, les ocurre mientras duermen;
sus espíritus se sacuden suavemente para liberarse
de una anfitriona demasiado refinada
como para protestar.-



                                                                              Judith Ortiz Cofer






Imágenes: Pinturas del artista ruso contemporáneo Valery Veselovsky.



quiquedelucio@gmail.com

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