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sábado, 26 de abril de 2014

Poesía del Paraguay


Una antojadiza antología de la poesía hispanoamericana de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Para difundir la obra de los creadores, respetando el derecho de autor.


                                                          Lourdes Espínola

Poeta y ensayista paraguaya nacida en 1954. Desde muy joven se ha dedicado a la poesía, en 1973 apareció su primera obra: "Visión del Arcángel en once puertas", también se destacan las publicaciones: "Monocorde amarillo" (1976), "Almenas del silencio" (1977), "Ser mujer y otras desventuras" (1985), "Tímpano y silencio" (1986), "Partidas y regresos" (1990), etc. También colabora de manera regular en suplementos culturales y revistas literarias a nivel internacional.

               
                                               "estabas y no estás:
                                               ni mis amores,
                                               ni el feroz arañazo del recuerdo
                                               te atrapó con tal fuerza y te retuvo"




A VINCENT

Comprendes cómo te
     nombro,
con mente quieta y silenciosa
     me escucho
cuando no me escuchan,
escribo tu nombre
con el borde de la lengua,
rodando el filo vacío de los labios.
Y te extiendes luchando
en la humedad de mi deseo,
en la resonancia del silencio.
Te aíslo y separo de los otros
     sucesivamente incierto,
tiemblas dentro en la garganta,
     te atrapo y fortalezco;
     como símbolo fresco
     te hago mío.
Envuelvo tu nombre en mi contacto,
cuerda vocal que busca su instrumento.
Te estanco en el sonido de mi aliento,
     te resistes,
     te rindes:
te he nombrado.

De repente, te tropiezo,
     te abres hacia mí
y desde el desván del alma
ese papel, esa escritura
indócil me avasalla
y me pierdo a mí mi misma
en el pequeño orbe de tu carta.
Suspendida en la hoja, gota a gota
salto hacia ti, escafandra en mano,
y me ciño la ropa de los tibios años.
Estoy en todas partes  en ninguna:
     fantasmagórica y real,
     me seduces y me ahogas.
     En el beso mortal
con olor a tus manos
me deshaces en caos.
Vuelvo a mi ordenado mundo,
     cierro el sobre.

Pero cómo recobrar los gestos del amor,
las olvidadas trampas, las miradas
que se nutren en los ojos del otro.
Cómo despertar a mi dormido cuerpo,
     despojado de noches,
     amortajado de sueños,
     en ardid de silencios.
Cual válvula escondida
hará correr la sangre
para entibiar rincones
e innombrables nostalgias.
     Mis manos desperezan
     la boca entumecida
     que nutriéndose
     va de tus palabras.
Apenas ya recuerdo
     los ritos,
     los gemidos.
Hilvanando memorias
antiguas, aprendidas,
empezará a girar
mi aliento entre tus manos.
Apenas recordando,
ensayando de nuevo las palabras.

Eres nubes, eres mar,
     eres olvido.
Eres también aquello
que has perdido
     Jorge
Luis Borges.

No estás al alba,
el diamante de la memoria
     sella miradas
y mi silencio acuña tu silencio.
Espejos vienen reflejando
en mi pupila lo que fue
     del amor atrevido,
del callado que respirando va
     en nuestra garganta
y súbito y audaz ya nos atrapa.
     El vino rojo de memorias
     nos inunda  nos baña
este silencio, este tímpano sordo de
     tus cartas,
esas claves secretas en tus libros,
esa manzana roja que mordimos,
     esos susurros,
     esas noches.

Extraño ritual al tacto,
reconocer el libro con tu nombre:
     respiras entrelíneas
     y muerdes,
en las marcas de los márgenes.
     Las páginas leídas
tornadas grises por tus dedos
son palabras con olor a tus poros,
amoldados, tibios, a tus manos.
     La azul tapa cosquillea
cada nervio extendido de mi mano,
al tropezar luego sorprendida
con la doblada página
     elegida,
la que resume alientos
     y me habla.

A veces en silencio
te nombro con la urgencia de mi
     desesperanza.
Mis ropas son mis ansias
y están atadas a mi piel,
con esa falta de todo lo que llena.
     Respiro en tus papeles,
     al borde de tu cama,
cual desnudo invisible que la sombra
     acompaña.
Hoy sientes en la tarde
que espejos transparentes
te devuelven mi cara.
     Mis pupilas cansadas
     mecidas en tus manos
     te muerden cada dedo,
vedados como abismos de frutos
     prohibidos.
Cierro la puerta,
     grito,
llamando ese rincón
poblado de tu savia.
En tu lista de amores,
azares, confidencias,
estoy aquí esperando,
respiro entre tus sábanas
     llamandote, mi amigo.-


                                                             Lourdes Espínola



Imágenes: Pinturas del artista francés Pierre Auguste Cot  (Bédarieux, 1837-París, 1883)

Publicación de Quique de Lucio para "Nos Queda
la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com

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