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miércoles, 25 de mayo de 2011

Un 25 de mayo de hace tiempo.

En un día feriado como hoy, recuerdo que fue hace unos años, nos juntamos con Severino. Era un 25 de mayo porque el llevaba escarapela y parecía ufanarse de ello. La conversación, como casi siempre, derivó en nuestras lecturas y de allí a divagar sobre la literatura. Yo para entonces, conocía que Severino era un buen escritor, algo desordenado y bastante egocéntrico. En un momento, él dijo algo como que  "Me parecen una tontería los celos, las envidias que envuelven al éxito; el éxito es un impostor y el fracaso también". Entendí que de lo último me tenía que hacer cargo, era su manera sutil de advertirme de lo mediocre de mis textos. Mirá, me dijo "Un escritor escribe lo que quiere, y tiene cuentas pendientes con él mismo, con su historia, con su experiencia. Pero la literatura debe hacerse cargo de la vida, por más que la historia a veces, avance por el lado malo; de todos modos, -agregó- creo que cualquier persona sensible, atenta, lúcida frente a lo que pasa en el mundo, si escribe, debe hacerse cargo de ello". No recuerdo si en ese momento pasaba algo trascendente en el planeta, más allá de lo normal, o sea guerras, hambrunas, golpes de estado, descalabros económicos, magnicidios y esas cosas. No entendí por dónde venía la reflexión de Severino. El tema de esa parte de nuestra conversación, tiene que ver con lectura que hice.

El Lic. Marcelo Percia relata en el libro "Salud Mental y Derechos Humanos", lo siguiente: " Entre los años 1973 y 1977, aparecen tres volúmenes de la revista "Literal". Un colectivo que trama la intriga ensayística entre literatura y psicoanálisis. Jóvenes ostensibles en el anonimato. La omisión del nombre propio en "Literal" hace conexión con la revista "Scilicet" que Lacan dirige en París. La falta de nombre como incomodidad, inquietud, equívoco. En la presentación de la revista dicen que: No basta escribir para saber qué significan las palabras, el texto se define en una ambigüedad que es condición de su legitimidad: si todo estuviese dicho en la superficie de cada palabra, no habría nada que leer en la relación que hay entre ellas. Porque la literatura se hace con palabras de una historia, de una lengua determinada, borra a su autor y se abre a una pluralidad indefinida. Cuando la literatura se realiza, ya no es de nadie: pertenece a todos y a la tradición".

Bastante tiene que ver, con lo que hablamos aquel lejano 25 de mayo con Severino. La importancia de lo que se escribe en función, no de un pretendido éxito, sino como un aporte casi anónimo a esa pluralidad que se va construyendo texto a texto. Escritor verdadero no significa gran escritor ni de fama mundial. Significa, basicamente, escribir algo que se siente de una determinada manera, sólo eso justifica el acto de escribir.

Quique de Lucio

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