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sábado, 24 de septiembre de 2011

Lucas y una clínica, según Cortázar

No todo lo que escribió Julio Cortázar fue editado en vida. Algunos de los episodios protagonizados por su ya famoso personaje Lucas, iban a ser publicados por José Miguel Ullán, en 1977, en un proyecto que no se llevó a cabo. Tiempo después de fallecido el gran escritor argentino en 1984, se encontraron anotaciones con prometedores títulos para otras historias del mismo protagonista: "Lucas sus cronometrías", "Lucas feo", "Lucas ingeniero", "Lucas, su sombra", "Lucas, su espejo", etc. En un prólogo, Cortázar decía que ése era: un libro de sustancias confusas, nunca aliñadas para contento del señor profesor, nunca catalogadas en minuciosos columbarios alfabéticos. Y de pronto sí, de pronto ordenadísimo cuando de eso se trata: también al buen romántico le llevaba un método el hacerse la corbata al modo del día. 
Con esa idea en mente, los textos encontrados en casa del autor fueron agrupados en bloques que siguen una cronología interna aproximada: y "De un tal Lucas", se seleccionaron algunos para dar forma al libro "Papeles Inesperados", prosa y poesía inédita de Cortázar, cuidadosamente editados por Aurora Bernárdez y Carlos Álvarez Garriga que publicó Alfaguara en 2009.

                                     LUCAS, SUS HOSPITALES I

Como la clínica que se ha internado mi amigo Lucas es una clínica de cinco estrellas, los-enfermos-tienen-siempre-razón, y decirles que no cuando piden cosas absurdas es un problema serio para las enfermeras, todas éllas a cual más ricucha y casi siempre diciendo que sí por las razones que preceden.


Desde luego no es posible acceder al pedido del gordo de la habitación 12, que en plena cirrosis hapática reclama cada tres horas una botella de ginebra, pero en cambio con qué placer, con qué gusto las chicas dicen que sí, que cómo no, que claro, cuando Lucas que ha salido al pasillo mientras  le ventilan la habitación y ha descubierto un ramo de margaritas en la sala de espera, pide casi tímidamente que le permitan llevar una flor a su pieza para alegrar el ambiente.
Después de acostar la flor en la mesa de luz, Lucas toca el timbre y solicita un vaso con agua para darle a la margarita una postura más adecuada. Apenas le traen el vaso y le instalan la flor, Lucas hace notar que la mesa de luz está abarrotada de frascos, revistas, cigarrillos y tarjetas postales, de manera que tal vez se podría instalar una mesita al pie de la cama, ubicación que le permitiría gozar de la presencia de la margarita sin tener que dislocarse el pescuezo para distinguirla entre los diferentes objetos que proliferan en la mesa de luz.
La enfermera trae enseguida lo solicitado y pone el vaso con la margarita en el ángulo visual más favorable, cosa que Lucas le agradece haciéndole notar de paso que como muchos amigos vienen a visitarlo y las sillas son tan escasas, nada mejor que aprovechar la presencia de la mesa para agregar dos o tres silloncitos confortables y crear un ambiente apto para la conversación.
Tan pronto las enfermeras aparecen con los sillones, Lucas les dice que se siente sumamente obligado hacia sus amigos que tanto lo acompañan en el mal trago, razón por la cual la mesa se prestaría perfectamente, previa colocación de un mantelito, para soportar dos o tres botellas de whisky y media docena de vasos, de ser posible esos que tienen el cristal faceteado, sin hablar de un termo y botellas de soda.
Las chicas se desparraman en busca de estos implementos y los disponen artísticamente sobre la mesa, ocasión en la que Lucas se permite señalar que la presencia de vasos y botellas desvirtúa considerablemente la eficacia estética de la margarita, bastante perdida en el conjunto, aunque la solución es muy simple porque lo que falta de verdad en esa pieza es un armario para guardar la ropa y los zapatos, toscamente amontonados en un placard del pasillo, por lo cual bastará colocar el vaso con la margarita en lo alto del armario para que la flor domine el ambiente y le dé ese encanto un poco secreto que es la clave de toda buena convalecencia.
Sobrepasadas por los acontecimientos pero fieles a las normas de la clínica, las chicas acarrean trabajosamente un vasto armario sobre el cual termina por posarse la margarita como un ojo ligeramente estupefacto pero lleno de dorada benevolencia. Las enfermeras se trepan al armario para agregar un poco de agua fresca al vaso, y entonces Lucas cierra los ojos y dice que ahora está todo perfecto y que va a tratar de dormir un rato. Tan pronto le cierran la puerta se levanta, saca la margarita del vaso y la tira por la ventana porque no es una flor que le guste particularmente.-

                                                   Julio Cortázar


Imágenes: "Flores", pinturas de Odilón Redón y Natalia Goncharova.

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