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lunes, 20 de octubre de 2014

Desde mi colina




Cuarto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


                                                              Olga Orozco

Poeta argentina nacida en Toay, La Pampa en 1920 y fallecida en 1999.  Parte de su extensa obra ha sido traducida a varios idiomas y fue distinguida con el "Premio de Honor de la Fundación Argentina" (1971), "Gran Premio de Honor de la Sade", Premio Nacional de Poesía en 1988, "Premio de Literatura Latinoamericána Juan Rulfo" en 1998, Premio "Gabriela Mistral" otorgado por la OEA, Láurea de Poesía de la Universidad de Turín, Italia, etc.


                                            "Palmo a palmo, virando de un día
                                             a otro fulgor, de una noche a otra sombra,
                                             llegas con cada paso a ese lugar 
                                             al que te remolcaron todas las corrientes"




LEJOS, DESDE MI COLINA

A veces sólo era un llamado de arena en las ventanas,
una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta,
un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura
dejándome en los ojos un resplandor helado,
o el ruido de una piedra recorriendo
la indecible tiniebla de la medianoche;
a veces, sólo el viento.

Reconocía en ellos distantes mensajeros
de un país abismado con el mundo bajo las altas
sombras de mi frente.

Yo los había amado, quizás, bajo otro cielo,
pero la soledad, las ruinas y el silencio eran siempre los mismos.

Más tarde, en la creciente noche,
miraba desde arriba la cabeza inclinada de una mujer
vestida de congoja
que marchaba a través de todas sus edades
como por un jardín antiguamente amado.
Al final del sendero, antes de comenzar la durmiente planicie,
un brillo memorable, apenas un color pálido y cruel,
la despedía:
y más allá no conocía nada.

¿Quién eras tú, perdida entre el follaje
como las anteriores primaveras,
como alguien que retorna desde el tiempo
a repetir los llantos,
los deseos, los ademanes lentos que antaño
entreabría sus días ?

Sólo tú, alma mía.

Asomada a mi vida lo mismo que a una música remota,
para siempre envolvente,
escuchabas, quién sabe de qué muro de tierno desamparo,
el rumor apagado de las hojas sobre la juventud adormecida,
y elegías lo triste, lo callado,
lo que nace debajo del olvido.

¿En qué rincón de ti,
en qué desierto corredor resuenan
los pasos clamorosos de una alegre estación,
el murmullo del agua sobre alguna pradera que prolongaba el cielo,
el canto esperanzado con que el amanecer
corría a nuestro encuentro
y también las palabras, sin duda tan ajenas al sitio señalado,
en las que agonizaba lo imposible?

Tú no respondes nada,
porque toda respuesta de ti ha sido dada.

Acaso hayas vivido solamente
aquello que al arder no deja más que polvo de tristeza inmortal,
lo que saluda en ti, a través del recuerdo,
una eterna morada que al recibirnos, se despide.

Tú no preguntas nada, nunca,
porque no hay nadie ya que te responda.

Pero allá, sobre las colinas,
tu hermana, la memoria, con una rama joven
aún entre las manos,
relata una vez más la leyenda inconclusa de un brumoso país.-


LAS MUERTES

He aquí unos muertos cuyos huesos
no blanqueará la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe
tormentoso
de la piel del lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz
de alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño
ni la paz en los
infames lechos vendidos por la dicha,
porque sólo acataron una ley
más ardiente que la ávida
gota de salmuera.
Esa y no cualquier otra.
Esa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exagerados rostros
de nuestra vida.-


SI LA CASUALIDAD

Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar
con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante
por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos,
garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo
que devanaremos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Con errores o trampas,
por esta vez hemos ganado la partida.-


                                                   
                                                                    Olga Orozco






Imágenes: Pinturas de Gustav Klimt  (Baumgarten, Austria 1862 - 1918 )




quiquedelucio@gmail.com

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