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domingo, 15 de octubre de 2017

Aprendices del verano

Séptimo año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a más de 2.000 escritores, respetando el derecho de autor.






Publicación N° 1.825-




                                                                                                             Ronald Bonilla Carvajal

Poeta , narrador y periodista de Costa Rica, nacido en San José en 1951. Bachiller en Letras y Artes, con estudios de Filología en el Conservatorio de Castella. Obtuvo, entre otros, el Premio Nacional de Poesía Costa Rica 2001 y el Premio Centroamericano de Literatura 2001-2002, Panamá. Ha publicado los poemarios: "Viento adentro" (1969), "Las manos de amar" (1971), "Consignas en la piedra" (1974), "Un día contra el asedio" (1999), "Soñar de frente" (1978), "Porque el tiempo no tiene sombra" (1971), "A instancias de tu piel" (2002), "La ciega certeza" (2005), "Después de soñarte" (2006), "Sed de otra piedras" (2013), "Apuntes para un grafiti" (2014), etc.


                                                                                    "Yo certifico que la realidad va por dentro,
                                                                                      como por los muros de mi ciudad 
                                                                                      van tus ojos empujando la tarde                                                                                                                 hasta deshacer las aceras"









APRENDICES DEL VERANO

Tú como yo
conoces tanto del invierno,
de ese perplejo llanto que la oscuridad
enciende en soledades
de papel y de lunas.

Y a ti y a mí alguna vez
nos proclamaron infinitos,
mientras cavaban en el pecho
inesperadas sepulturas
con piedras arrancadas al silencio.

Al igual que tú sabes,
herida de crepúsculos,
cuánto la sombra ha de extenderse
si no la enfrentas a tu luz,
a esa luz de parques aprehendidos
más allá de la memoria,
cuando todo se hace trizas.

Como yo, has torcido las esquinas
con algo más que el corazón y la palabra,
con ese incomprensible sufrimiento
que desdibuja sin adiós las madrugadas.

También te han asistido los ángeles
soplando y resoplando en tus oídos
oraciones para vencer la desolación
y sus abruptos puños de tiniebla.

Aquí, ambos, sin rozarnos,
apenas sospechando,
hemos aguardado la sangre
de este encuentro.
Que nadie nos desate
ahora, amor,,
porque tanto tú como yo,
estamos aprendiendo
los intensos advenimientos
del último verano.-



COLOQUIO DE AUSENCIA

Mas yo no certifico tu ausencia.
Porque al acostarme estás conmigo:
tú hueles en mi almohada
a los jardines,
hueles en las fundas
a los ríos y sus piedras
alargando las orillas.
Hueles en este balcón pequeño
al aire de la luna
que se mete toda por los huecos
de mi ínfima saliva.
Y es tan fuerte tu pálpito que sangro
de saber que te fuiste por rendijas,
una tarde qe ni siquiera pude acompañarte,
en un taxi, en un vuelo, en un horcón,
dejando en papelitos las instrucciones
precisas de tu ausencia.
Y saber que te tengo y no te tengo,
es importante porque estás conmigo,
con tu blusa, tu esperanto, tu locura
y ese silencio que nos huele a última metáfora.
Ánfora esperada, cuando llegues
sólo tienes que llenar los mismos aires.
El mismo jarrón de tu entusiasmo,
el silencio del beso que reúno.-


INTERFACES

I

He dejado la luna en su lugar,
trillada.
La he dejado a solas, contemplativa,
mancillada.
La he volteado para que al poniente
parezca el sol opuesto - amarillenta,
denostada.
La he tocado
y estaba sorprendida...
de nuevo virginal y amante
con su pelo hilvanando cercanías,
con sus pechos abiertos,
con su sed de palabras,
con su estela fugaz
acuchillada,
entera.-

II

En fin, he dejado a la luna
yuxtaponerse horizontal
sobre la curva azul del lecho,
y ha sido la eclosión de luz
que la penetra
para que siempre ilumine
con su sed de diosa insatisfecha.

La he levantado en vilo
sobre la circunferencia plena
de su propia candidez,
la he succionado,
hasta ese hilo de sangre suspenso
ha sido mío,
hasta esa gota de sudor ambarino
que viaja hasta el ombligo,
hasta la lágrima risueña.

La he colocado contra el filo
de la almohada aquella,
y me he bebido savia de un solo
sorbo dulce,
su cabello caía sobre la piel de la aurora
y era mía, mía
su postura de ángel
en perfecto equilibrio
entre la sombra y la luz.

Yo le izaba la falda
entre la tierra y el viento
y era mía, mía
esa gaza extendida:
un suspiro en la cumbre,
su suspiro en la noche.-



                                                                                                                Ronald Bonilla Carvajal




Imágenes: Pinturas de Camilo Mori  (Chile, 1896 - 1973)








quiquedelucio@gmail.com




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