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domingo, 20 de diciembre de 2015

Mar de invierno

Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como el proyecto de de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.



Publicación N° 1,223-

                                                                                       Francisco Fernández Naval

Poeta y narrador español, nacido en Orense en 1956.  Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Desde 1980, con la publicación de su primer poemario "Fuente estéril", ha desarrollado una carrera literaria en la que ha trabajado  en poesía, novela, relato, ensayo y narrativa infanto-juvenil. La mayor parte de su trabajo ha sido escrita en lengua gallega. Obtuvo, entre otros, el Premio Irmandade do Libro al mejor libro en gallego de 2012, por "A noite branca", y el Premio de Poesía "Ciudad de Orense" en 2007, por "Miño" y en 1980 por "A fonte abagañada".


                                                                                    "Sea hielo, sea escarcha,
                                                                                     ¿habrá en la tierra algo
                                                                                     más frío que la nieve?
                                                                                     Sin embargo la nieve me quema el corazón" 







MAR DE INVIERNO

El mar de invierno
batió sus plumas, alas de salitre
volando obsesivas por encima del arenal
y del espejo sin luna.

Sobre la playa los pasos tejían
un destino, leves pasos de ida
entre mareas, frágil danza de sombras.

La bóveda de espuma
envolvía el silencio
y por detrás los pasos alimentaban
las olas de lo perdido.
El mar de invierno que supo de tu risa
reducía a fragmentos
la ambición y los sueños,
confundidos en la extensa
sucesión de los despojos.

Todo en ti era delirio,
el relámpago fugaz,
la cruz vacía,
el espejo de abrazos y de sangre.

Se confundía el viento
en la débil profusión de ángeles,
húmeda solidez delaire
transformado en partículas
de alma, en saliva de un dios insondable
que partía los corazones
y hacía naufragar la convicción y las formas.

¿Recuerdas aquella historia?
el niño, el agujero, el mar ilimitado.
Todo este mar de invierno entraba en tu pecho,
en la débil expansión de tus días.
Todo ese mar
en una mañana de invierno,
en esa espiral de algas que la música deshacía.

Todo el invierno en ese mar
obsesivo en el que tú te perdías.-


COSTERA

Quiero ser barca
relinga que retenga
tu sonrisa,
quilla con que navegues
mi amor
y no la espera.

Quiero ser
la fluida estela
de tu anhelo
el constante elixir
de tus suspiros
el destino de la espuma
que la soledad libera
en el lecho que compartes
pero que no me acoge.

Quiero ser el mar
que te respira
la manzana que no comes
y que extrañas
la nostalgia misma
que te abraza.

Moriría por verte enamorado
cada nuevo amanecer
por ser el pez
que escoges y acaricias,
el hielo que funde tu calor,
la cubierta de espejos que te mira.

Moriría por ti,
amor.-


BALADA DEL HOMBREMAR

Bernaldo observa la luz primera del arenal,
al recibir el día tras la casa de las diosas,
las oscuras ventanas de Panchés,
la somnolencia gris de la espuma
sobre la playa.
Guiando el timón, en la popa del nordeste
Bernaldo intuye la grieta de la vaguada,
el solemne transpirar de los castros,
las columnas de humo
que por entre los pinos se elevan
como ánimas.
Bernaldo, el de la risa dorada,
regresa cada tarde, pero nunca regresa,
que su aliento es una constancia de arrecifes,
su sangre un remolino de algas,
su alegría un vértigo de alcatraces.
Regresa Bernaldo, pero nunca regresa,
que en la boca del atardecer
él tiende líneas de seda y palangres de sueños
desde el lecho de salazón hasta el aroma
de las rosas
que cada noche le acoge y en el que nunca
descansa.
Regresa por amor, por compartir el abrazo,
por verse hombre en las humedades
de ella,
mujer que otea y busca desde la colina
la vela que tejió y que se inflama
más allá de las garras
y de horas.
Regresa bernaldo, como un hombre constante
pero siempre inconcreto,
que nunca por entero se dio
a quien no fuese experiencia de sal,
cacea de esperanzas,
anémonas o bajamar que se prolonga
más allá del horizonte.
Pilota siempre Bernaldo, también cuando duerme,
incluso cuando calla,
atento al sonido espiral de una caracola
que anunciará fosforecencia, cardumen,
esperma de ballena,
aparejo extendido en un bostezo de luna.
Por fuera de la Lobeira
Bernaldo rema, larga, fondea
y aguarda que el poeta escriba con palabras
esa canción capaz de darle nombre
al mundo que él navega.
Pero el poeta miente, deja pasar los años,
incapaz de encontrar el verso que desvele
la seducción de los abadejos,
las voces de los mástiles ahogados,
la fría crueldad de las sirenas,
y siente Bernaldo que las preguntas aumentan y fatigan,
que son como un golpear de pardelas,
nostalgia de otro mar y de otras sombras.
Codicia entonces ser como el cormorán moñudo
que en su vuelo dibuja el seno inaugural de las ondas,
o zarapito que danza en el filo de las mareas,
o calderón que revive con la caricia del aire,
todo menos el indolente silencio del abismo

del que no se regresa.-



                                                                                                Francisco Fernández Naval



Imágenes: Fotografías artísticas marinas de autores de Estados Unidos.




quiquedelucio@gmail.com

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