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viernes, 30 de octubre de 2015

La fuente del olvido

Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.


Publicación N° 1.176.-


                                                                                   Benito Valencia Castañeda

Poeta, investigador y abogado español nacido en Medina de Ríoseco (Valladolid) en 1855 y fallecido en 1925 en la misma ciudad. Casi toda su poesía, compilada en un solo volumen, fue escrita en la década de los años setenta del siglo XIX. "Rimas" (Valladolid, 1879), "Crónicas de antaño" (1915), Edición facsímil a cargo del Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de Valladolid en 1981. La presencia de la muerte, el paso del tiempo, el sentido de la pérdida y el desengaño amoroso son los temas recurrentes de este poeta del romanticismo español.


                                                                                "Su labio no sonríe, ni su pupila llora,
                                                                                 ni piensa su cerebro, ni late el corazón;
                                                                                 en un instante solo la muerte aterradora
                                                                                 con su segur deshizo mil mundos de ilusión" 







LA FUENTE DEL OLVIDO

Allá, muy lejos del mundo,
hay un elevado risco
donde moran solamente
el reposo y el olvido.

Donde no llegan del hombre
los sollozos ni suspiros
ni hallan eco los lamentos
por la atmósfera perdidos.

El alma que está cansada
de la vida y su bullicio,
encuentra instantáneamente
a sus pesares olvido.

Que una fuente caudalosa
nace de entre aquellos riscos,
cuyas aguas cristalinas
surten efectos magníficos.

El que las bebe, al momento
olvida cuanto ha sufrido,
volviendo la confianza
a su lacerado espíritu.
Y esa fuente tan hermosa
es la fuente del olvido.

***

Muchas veces he notado
que si me encuentro contigo,
confusa tornas tus ojos
para hacer que no me has visto.

Enseguida tu semblante
toma un tinte muy rojozo,
y a mí, aunque lo disimule,
también me ocurre lo mismo.

Y es que tal vez los recuerdos
de tus frases de cariño,
y ofertas que me otorgaste
de adornarme con delirio;

y las promesas que te hice
(y que ninguno ha cumplido)
hace que nos sonrojemos
por lo mucho que mentimos.

Así, yo, porque te quise,
y tú, por si me has querido,
debemos beber las aguas
de la fuente del olvido.-


LA HORA DEL DOLOR

Siempre encontrando el hombre en su camino
disgustos y aflicción.
Con ser tan breve un día, todos tienen
una hora de dolor.


***

Tomando nueva vida las tristezas
del tiempo que pasó,
los recuerdos de ratos más felices
que solo niebla son.

El porvenir flotando a nuestros ojos
sin luces ni color,
escondiendo zozobras solamente
en su negro crespón.

La pena del presente rebosando
del alma en que cayó,
todo un mundo de sombras y pesares,
llanto y tribulación.

Viene a formar esa hora desdichada
que el infierno abortó;
hora que no le falta a ningún día:
¡La hora del dolor!-



LA ESPERANZA

Ornada de bellísimos matices
y de ricos primores esmaltada,
me conduce, cual madre cariñosa,
a donde el afán de la existencia acaba.

Ella es la voz magnética que anima
los muertos ideales del alma;
el ritmo de la hermosa poesía;
y la música dulce que embriaga.

Acento celestial que me promete
realizar los ensueños de la infancia;
dorada copa que su néctar brinda
para acallar las penas que me matan.

Lienzo del que en brillante perspectiva
magníficos paisajes se destacan;
mar cuyas azuladas ondas besan
suavemente la arena de la playa.

Encarnación risueña del deseo;
trasunto fiel de la mujer amada,
y que con tiernas palabras me da vida
y solo a mi corazón consagra.

Horizonte magnífico y extenso
donde brilla un sol, cuya rojoza llama
no encontrará el ocaso donde, tristes,
sus fúlgidos destellos al fin hallan.

Misterioso amuleto que disipa
las sombras mil que la ventura empañan.
¡Ah! Qué fuera de mí si en mi camino
no brillase la luz de la esperanza.-



                                                                                Benito Valencia Castañeda



Imágenes: Pinturas de los hermanos Michel e Inessa Garmash  (Ucrania, contemporáneos)



quiquedelucio@gmail.com

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