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jueves, 21 de mayo de 2015
Una mujer espera
Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.
Alina Hernández
Poeta, narradora y editora mexicana, nacida en Lázaro Cárdenas, Michoacán, en 1988. Dirigió la revista "Síncope" en su primera y segunda épocas. Actualmente forma parte de los organizadores de la Feria Interactiva de Revistas y Publicaciones Independientes. Ha participado en numerosas antologías y colabora para varias revistas digitales e impresas.
"Algún día los muelles
se convertirán en barcos,
los puentes en olas
y los viajantes en columnas"
UNA MUJER ESPERA
ACTO I
En cada puerto
hay una mujer esperando al mismo hombre.
Ilusas.
Él no volverá
o regresará para robar el agua de los brazos
que sostienen los pilares de los muelles.
Miradas líquidas
suben por los tobillos,
se vierten en el centro de los ojos.
Podrían abarcar el mundo
o salvar a un naúfrago perdido
entre los mares de acentos extranjeros.
En cada puerto hay una mujer esperando al mismo hombre
Ilusas,
desembocan
en lo inmenso
y llegan hasta la gran revelación
de saberse tejedoras
de un abrazo inacabado.
En cada puerto,
hay una mujer acantilada
en espera de encontrar el cuerpo
y sentir el instante del abismo.
ACTO II
Se mueven en un vaso.
Son seres condenados avivir
en medio de lo lleno y lo vacío:
nunca repletos,
siempre faltos
del navío entrepiernado de mujeres.
ACTO III
Las muchachas han sentido,
saben,
intuyen el vibrar de las columnas.
Es el llanto de los seres de agua,
el eterno gemir por lo inasible,
por la falta de humedad entre sus ropas.
ACTO IV
Cada ciudad es un mar, cada mujer es un muelle.
Y no queda sino hondear los pañuelos
para sacudir el llanto que impregnó la despedida.
Resta sólo lamer las lagrimas y contener las olas
que hizo el barco que ha partido.
Quedarse con las manos vacías,
en espera de otra embarcación.
Ya el agua se mece en dirección lejana.
Ya los puertos describen la altura del adiós
en la punta de los labios.
Las mujeres,
las ilusas,
van a plañir,
a tejer de nuevo la zozobra que han dejado,
porque saben,
intuyen,
que la despedida
no ha de ser tan húmeda
ni tampoco eterna.
Cada mujer es un mar, cada muelle una ciudad.
**********
El viajante ha de partir,
ha de buscar esa cama de común encuentro
hasta dejar los muslos tambaleantes de ilusiones.
Pero el vacío llegará y sabrá instalarse
en los pendones que sostienen a los puentes.
No habrá adiós tan cerca
que detenga el rechinar de los metales,
el pudrir del fierro por tanta saliva azucarada,
tejiendo la esperanza del retorno
o de la huida.-
ACTO V
Parte de mí un barco,
se lleva a la muchacha como si fuese otro año.
Parte de mí y se aleja en el ondear del viento
con la fuerza de las olas que descubren lo abierto del mar.
Parte de mí el tejido de los puertos
y descubro que es la misma,
la misma ilusionada
de quemar las naves
y ahogar los muelles para que los labios marineros
se queden a vivir
como hombre de agua,
siempre atento a levantar los destrozos que el forastero
arrastra.
El viajante se ha vuelto musgo,
se ha pegado como lapa a la memoria,
como liquen a la roca.
Su espalda es un continente que se aleja.-
Alina Hernández
quiquedelucio@gmail.com
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