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sábado, 29 de noviembre de 2014

El primer amor

Cuarto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.



                                                         Camilo Venegas Yero

Poeta, narrador y comunicador cubano nacido en Paradero de Camarones en 1967. Estudió teatro en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Fue editor de las revistas: "El caimán barbudo" y ¨La gaceta de Cuba". Entre sus libros publicados, se encuentran: "Las canciones se olvidan" (1992), "Los trenes no vuelven" (1994), "Itinerario" (2003), "Irlanda está después del puente" (Premio Internacional Casa de Teatro, 2004), Desde el año 2002 reside en República Dominicana.


                                                "En el medio del parque desolado,
                                                en la mitad del día sin ruido,
                                                en el centro del pueblo vacío.
                                                La banda municipal toca
                                                lo que ya nadie recuerda"





LAS VILLAS

El primer amor es una mentira necesaria.
Es una mercancía
con la que tendremos que lucrar
por el resto de nuestras vidas.
Ni siquiera precisa de nombre,
no hace falta decir cuándo y dónde
se acabó el misterio.
Lo que importa son las circunstancias en
las que sucedieron las cosas,
el sabor de tu saliva,
el olr que tuvo su cuerpo cuando
empezó a sudar,
el color de su piel entera y desnuda,
el tormento, toda la lujuria.

Por eso Juana, Nancy, Matilde, Mercedes
y Betsy,
perdonen lo que se ha inventado,
absuelvan ese entresijo donde ustedes
siempre salen a relucir.-


CAMAGÜEY

Tuve una novia que vivía en Florida.
Cada vez que contaba algo de su pueblo
parecía referirse a un lugar
inmenso con las calles llenas de luces.
Jamás habló de tener hijos.
En una libreta llevaba apuntados
los personajes que iba a representar
y el nombre de los países
por los que viajaría
(la lista incluía horarios de trenes,
el punto exacto para los trasbordos
y los lugares donde podría pernoctar
sin riesgo alguno).
Cuando lloraba citaba textos de
Tennesse Williams,
solía reírse entre versos de Moliere.
Siempre nos vimos en La Habana,
nos basábamos en las más oscuras
posadas y en las humedades del
Country Club.
Cuando por fin pasé por Florida
ella se había ido para Daytona Beach.
La ciudad estaba sin luz y en uno de sus
bares, sentados alrededor de una mecha,
dos borrachos contaban esta historia con
una ranchera de fondo:
"Ella vende ropa usada en un trailler abandonado".
"Lo que estudió aquí no sirve para levantar cabeza".
"El marido maneja una rastra y en uno de esos viajes se perdió".
"Los padres dicen que ya no les manda nada".
"Tiene cinco hijos y cuatro intentos suicidas".-


ALMENDRA

Son de almendra, guayaba no.
Condenadas a bailar su perfecta letanía,
estas bellas cubanas mantienen el
compás desde tiempos remotos.
Cada vez que ponemos el disco,
ellas se levantan de sus sillas de tijera
y pasan de medio lado,
para que el tiempo se lea en sus espaldas
semidesnudas.

Son de almendra, guayaba no.
Pero nunca hemos podido probarlas,
su sabor es cerrado, abstracto y su olor
el de cosas guardadas.
Condenadas a bailar su eterna letanía
y amoverse en cámara lenta,
dan la vuelta otra vez y abren sus brazos.
Sólo entonces podemos deducirlas
mejor,
entre el polvo de la república y el scratch
del acetato.-


PINAR DEL RÍO

Cada noche que atravesamos el arrozal,
camino del rancho de tu abuela,
nos acompañaba la sombra de un árbol
que de día nunca vimos.
Entonces el porvenir era una palabra que
no nos hacía falta
Por lo regular,
era suficiente con leer a Faulkner y
dormir la siesta en la casa de tabaco.
Estuvimos allí cerca de un mes.
A la luz de las chismosas nos contaron
las historias de las crecidas del río,
de la mambisa que pasaba al galope
por la neblina
y del ciclón que un día de noviembre
cambió las cosas de lugar.
Con los dedos llenos de saliva
medimos la dirección del viento
y averiguamos el camino a seguir por
una bandada de pájaros.

Siempre nos bastó con el sustento
de aquellas personas.
Una vega en el fin de Isabel Rubio
era el lugar más lejano del mundo
que queríamos conocer.
Ni siquiera el mar nos hacía falta.-



                                                          Camilo Venegas Yero





Imágenes: Pinturas de Carlos Alonso y Henry Asencio.



quiquedelucio@gmail.com

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