Vistas de página en total

miércoles, 6 de septiembre de 2017

La soledad

Séptimo año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a más de 2.000 escritores, respetando el derecho de autor.





Publicación N° 1.788-



                                                                                                                    Claudia Peña Claros

Poeta, narradora y dramaturga de Bolivia, nacida en Santa Cruz de las Sierras, en 1970. Ha publicado los libros de poemas: "Inútil ardor" (con Valia Carvalho en lo gráfico, 2005), "Con el cielo a mis espaldas" (2007), "El evangelio según Paulina" (2003), etc, el libro de cuentos "Que mamá no nos vea" , como dramaturga está incluida en Quipus: "Nudos para una dramaturgia boliviana" (2008), como investigadora social : "Aproximación al proceso de construcción de la identidad cruceña a partir de la crísis de octubre de 2003" (2005) y "Poder y élites en Santa Cruz (con Susana Seleme, 2007), etc.


                                                                                          "los caballos aguerridos de mi abuelo
                                                                                           los caballos prohibidos relinchan
                                                                                           bajo mi peso . Mientras les mancho 
                                                                                           las  monturas de plata "










LA SOLEDAD NO DEPENDE DEL AMOR

La soledad no depende del amor.
Yo, por ejemplo, soy amada.
Tampoco es cuestión de plenitud.
Yo estoy con cuerpo,
y cuerpo está conmigo.
Pero emprendo travesías:
permanezco isla.
Así, al pasar los años
al haber yo partido
¿ quién podría decir
de mi ventana generosa,
de aquella luna preñada,
de mi estar desplegado y
tranquilo?
Todas esas pequeñas cosas
que hacen mi pasar
(las arrugas de mi sábana
las horas y su rutina
las voces que escucho de los niños)
se habrán, también, ido.
No habrá quien pueda
juntar las piezas
diminutas efímeras
que me dibujan.
La soledad son los hábitos
minúsculos que no compartimos.
La intimidad silenciosa.
Cierta ternura guardada.
Y los gestos inválidos,
perdidos.-


DÍAS DE ATRASO

Días de atraso:
mi cuerpo se resiste a sangrar.
Le habían gustado tanto
su risa
sus manos
que después de haber
él
partido, anhelaba
-trémula carne desterrada-
embarazarse en soledad.-



EL RITO

A veces mi cuerpo se abre
para guarecer a un hombre
hay hombres que arriban
sensibles   gigantes   perdidos.
A veces también confundo
ternura de vientre con verdad
(esa extraña costumbre que tienen
de desaparecer los hombres).
Mientras están, a veces no consigo
atrapar sus olores, el sabor.
Apenas puedo, cuando se han ido,
reconstruir
su transcurrir de jadeos y mi deseo.
Se me da por pensar que la sangre
puntual y cumplida refleja
el atávico instinto de lavar
esa sombra, esa saliva.
Agotado el rito debo recorrer, ciega,
los punzantes días entre su piel y mi olvido
(hay ángeles que dejan
hambre de luz y suspiros).
Pero la ceguera es corta
y se diluye, ingenua, la ilusión
de domar el conjuro, mi destino.
El cuerpo no olvida:
el cuerpo permanece, por
siempre, nido.-



GATA

quizá sea gata
lamiendo mis patas
acicalándome el lomo

recuerdo su cuerpo
como un sendero de tierra

seré quizá
gata
porque desapegada
dormitando al sol
pienso que los senderos
son en realidad agrestes
e incómodos

bostezo

lánguida mi cola
ronroneando

olvido sus olores

prefiero el sol que (también)
calienta
pero que no está.-


CABALLOS

Los caballos negros del abuelo
se yerguen en dos patas
sus crines en mi cara.
Los caballos arquean las espaldas.

Esta noche abuelo
incrustaré mis huesos y mis uñas
en tus caballos delirantes.
Ya no serán tuyos los aperos y las caronas.
Ya no serán tuyas las pezuñas cortantes.

He llegado yo
hembra
infiel
y terca
para correrlos hasta espumar sus pelos
para jinetearlos hasta fundir el hierro.

Soy yo, abuelo
aquí arriba.
No me derribarán tus caballos infernales.
No desperdiciarán ellos
mi sangre en sus espaldas.
Yo domaré sus relinchos salvajes.
Sabré vencer sus cascos en el aire.
Podré cabalgarlos con la espalda
arqueada.
Acezan tus caballos abuelo
pero el día
apenas comienza.-




                                                                                                         Claudia Peña Claros



Imágenes: Pinturas de Karel Tarlton (contemporáneo)





quiquedelucio@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario