Vistas de página en total
miércoles, 10 de febrero de 2016
Prodigio del silencio
Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.
Publicación N° 1.269-
Quintín Ochoa Romero
Poeta y narrador cubano, nacido en Holguín en 1952. Ha obtenido Premio de Literatura de la Provincia de Holguín 1992 en Literatura para niños. Ha publicado los títulos: "Sobre una gira de espejos" (1987), "Voces de tu imagen" (1892), "Cofre de estrellas" (1992) que obtuvo el Primer Premio de la ciudad en Literatura para jóvenes, "El retorno de Pío (2002), "Carceleros del tiempo" (2009). En la editorial española El Barco Ebrio ha publicado "Cuando yo sea grande quiero ser un niño" (2013), poemas suyos han aparecido en diferentes publicaciones nacionales y extranjeras.
"Este recinto ha quedado inmenso.
En él navegarás y volverás a ser
el que no aguarda nunca
por su suerte"
PRODIGIO DEL SILENCIO
Padre no está en su casa,
ayer mismo partió llevándose gran parte del invierno.
Nube adentro se fue.
Ya el sol se había apagado para entnces,
y el viento sacudía la arboleda con sus alas de búho.
Había voces, relámpagos y gritos,
y una antigua oración que no recuerdo.
Las aguas se agolpaban en mi rostro,
y sus ojs estaban quebrantados,
y sus manos buscaron a ms manos,
y yo entre tanto frío le di abrigo,
pero él quiso solamente llevarse los juguetes.
Padre no está en su casa,
y la mesa es inmensa como el fuego,
amplio roncar del dominó,
serena como el plato que bosteza su calor.
Dicen que fue a cazar una mañana
de escasos ventanales,
pues lo vieron partir con su escopeta.
Que tal vez el amor lo contradijo,
la fiebre del engaño...
cuaquier cosa que digan
es humo desprendido de la llama.
Lo cierto es que la mesa todavía espera su regreso.
Después de esto partieron los hermanos,
hierba en el pico de un gorrión
hacia un sitio distante.
Tú los miraste,
Padre,
desde un lugar oculto los miraste,
y leíste sus rostros surcados por el frío
de la tarde,
frío del sudor y las cenizas.
Tú pusiste tu puño sobre el índice
y oíste sus plegarias a lo lejos.
Era noche de abonos,
tiempo de que las plantas crecieran con la lluvia,
y sin embargo, el mar precipitaba,
y el sol estremecía los arbustos
en medio del ardor de los discursos.
Tu viste la sonrisa de las fotos,
ya para siempre,
como eterno es el canto de los pájaros,
pero nada diiste
por temor a que el mundo te mintiera,
por temor a que el hombre fuera lluvia,
por temor a que todo terminara.-
ECOSISTEMA
La primavera ha vuelto tendida como un monstruo;
ha dolido su parto en tu costado
para encontrar la cavidad del tórax.
Desde el clamor del aire en los arbustos,
nunca ha fluido el polvo más firme entre las flores.
El hombre no se cansa,
es como el mangle un oleaje.
Lluvia adentro es distinto:
forma el terreno un cúmulo de rocas
que resiste el empuje de los vientos
por ver al hombre atado;
más, el golpe de las aguas
hará que brote la impaciencia,
desplazándose el polvo
hasta alcanzar su ascenso en el oleaje.
Ellos se levantan sobre la oscura mesa del infarto,
para poner las leyes en tu nombre,
no importa que el incendio se propague
ni que todo el silencio se deshoje
si vuelves a caer
y consultas la vida en la redonda cara del dinero.
Aquí andarás disperso bajo la voz
colgada en tu memoria.
Sabrás que cuando acaba la modestia
comienza la arrogancia,
como un muro en las calles,
la arrogancia,
y ya poco podrás contra la euforia
porque nada pudiste contra el tiempo.
El fuego,
que no entiende de él más que el chasquido,
levantará cenizas
como si fuera siempre igual su llama.-
ARENA
Agua de mar que sube y se desprende,
moneda y grito asfixiante coro,
silbidos al caer,
campana sorda,
hueco que en su garganta nos recoge.
Mira el violeta prendido al humo negro,
el humo negro que baja, y baja y baja.
La tierra con el viento dispersa
y asciende el polvo en el naranja mudo.
Acá se apaga el sol y acaba el brindis,
casas encienden búfalos, chasquidos;
los pueblos son escombros en el fuego,
esperma en el vapor, sombras que suben.
Acá las piedras vuelan de las piedras,
con la sangre las calles se almidonan,
y la ceniza vuelve a ser ceniza,
y palpita el relámpago en la morgue,
y tus dedos se incrustan en tus dedos,
y no puedes gritar y te deshojas.-
MÍMICA DEL NÚMERO
Cuatro paredes te golpean la frente
bajo un mismo derrumbe.
Ya no guardas plomadas en tus ojos,
las escuadras y las reglas han perdido
el impulso de los años.
Tu cara se perfila en las navajas:
te crees compuerta,
pequeño sol saliendo de su órbita,
pero vuelves a errar:
no retornan las páginas,
los mares se levantan contra cualquier pron´+ostico.
Ahora la madre espera
vociferando lunas en tu nombre;
la madre, que no ha dormido aún,
altas esferas cimbran en su oído.
Aquella es la mujer que te desdobla,
mírala, mas no la llames festín,
ella cambia de rostro a cada paso
huyéndole al desierto de tus ojos.
Ahora comienza el último alarido:
los dígitos se cruzan, saltan, duplican, pasan...
mis ojos se congregan.
Tomas el dado, lloran sus seis caras,
tú y Judas aparecen en la misma.
Frotas la noche entera entre tus palmas,
el núcleo de tu puño se desliza...
Abres la mano,
sueltas la vida sobre el puño,
y mueres.-
Quintín Ochoa Romero
Imágenes: Pinturas de Cecily Brown (Inglaterra, contemporánea)
quiquedelucio@gmail.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario