Quinto año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a los hacedores, respetando el derecho de autor.
Publicación N° 1.127-
Pablo Benavente
Poeta español, nacido en La Línea, Cádiz en 1989. Tiene su residencia en Granada. Su primer poemario es: "Circo de Quimeras" (Harpo libros, 2015), que va por su segunda edición.
"Vuelves solo a casa,
acompañado por el ruido. Llueve
porque hasta el cielo tiene ganas
de llorar a estas horas"
MEDIO MES QUE PARECE UN AÑO
No sé bien si esto lo he vivido o lo he soñado
-esa era mi costumbre contigo-
pero hace ya un tiempo que todo esto
me parece una mala pesadilla.
Podría mentirte igual que mentí a otras
cuando te escribía a ti y decirte
que este es el último vómito con un poco de color familiar.
Hueles a margaritas, nunca te lo dije,
siempre estaba con eso de cómo suenas
o a qué sabes,
pero desde que lavaste toda mi ropa antes de devolvérmela
no paro de recordar cómo hueles.
Cuando te marchaste te cambiaron por un huracán.
No puedo evitar notar un pellizco de sutil ironía
en todo esto.
Hoy leí una frase: "Tengo el destino en modo aleatorio"
supongo que me siento un poco así,
me he tirado diez años girando en torno a un mismo sol,
y ya ves, se me da fatal cambiar de órbita.
Me siento como en mitad de la resaca de la mujer de mi vida,
pero yo ¿Qué voy a saber de ausencias?
si no soy ni mío, cómo voy a ser de alguien.
La verdad es que llevo borracho desde aquel día
y me baso en agotar todas las fichas en una sola carta:
Olvidar tu nombre antes que el mío al emborracharme.
Te aseguro que siento,
y que lo siento.
Déjame explicarme:
Equivocarme siempre ha estado entre mis planes.
Era contigo con quien no contaba
LOS RUSOS ME ATORMENTAN
La vida es en esta ciudad llena de bares
y yo tengo la sensación de haber visto ya
demasiados culos de botella.
Podría irme a casa,
acabar con el día,
volver a empezar otro
con la misma historia.
O podrías cruzar esa puerta,
con espuelas en los tacones,
haciendo que medio bar se gire
a disfrutar de cómo la puerta
se cierra a cámara lenta
tras tus pasos.
Podrías acercarte, con algún aire nuevo,
quizá unos ojos resultones,
una sonrisa consciente y de disparo fácil,
una conversación de mil viajes, mochila en mano,
o una espalda que vuelva en mi contra
toda la gravedad de la situación.
Te diría que los dos nos sabemos,
de sobra, la película
que no nos esperan fuegos artificiales más allá de esta noche
y que no soy pianista, pero no me preguntes por qué,
sé que podría tocarte sonatas en la espalda
durante toda la noche.
Que la hierba se volverá añeja, en nuestros bolsillos,
de buscarnos y disfrutarnos sin llegar
a consumirnos.
Que seremos pulmón, cigarro y ganas, porque no hay más.
Vida,
muerte y el tiempo
que los une.
Te podría decir que seremos de la octava a la decimotercera
maravilla mundial,
que harán documentales sobre nosotros
y nos retrasmitiran en todos los canales equis a la misma hora en la
que
siempre
pierdes los tacones.
Esculpiremos en mármol recuerdos que nos sobrevivirán
y, llegará el día,
ese maldito y fatídico día,
en que la rutina llegue
y tendremos que defendernos con todo
lo que tengamos a mano:
garras, dientes,
tendrás que ser más oso que todas esas otras truchas
que también reman a contracorriente.
Y los rusos, con todo ese frío calado en los huesos,
al otro lado de la puerta,
esperando
la mínima perdida de calor
para hacerse con todo,
para no dejarnos
nada.
Ese será el momento:
Tendrás que dejarme ir.
Tendrás que dejarme ir porque yo,
yo ya no podré.
Tendrás que dejarme ir para que no lleguemos a perdernos
en un desierto de fotos bocabajo,
no quiero llegar a necesitar de sonrisas
de quita y pon,
cada vez que el mundo se me venga encima y tú
no quedes debajo.
Exacto.
Tienes unos ojos verdes preciosos,
no dejas de sonreír al camarero
mientras pides una cerveza,
llevas un tatuaje por el que seguro
podría preguntarte
y una marca de un anillo en un dedo,
hasta parece que vayas a girarte a mirarme.
Con tu permiso,
voy a fingir que ya espero a alguien,
yo ya te conozco, te quiero
demasiado para dejar de quererme a mí
para hacerlo.
Podría contarte tantas cosas que hemos hecho juntos,
en estos diez segundos,
desde la puerta a la barra:
toda una vida.
Pero sería como pedir la paz
para poder seguir cavando trincheras.
Tú, al menos,
acepta mi consejo,
sigue sonriendo así
y nunca
te faltarán poemas.-
REENCUENTRO
Nos encontramos como nunca
para perdernos como siempre.
Doce horas más tarde,
completamente víctimas de una nostalgia
felina,
quedamos en una cafetería
-aunque yo llame bar a cualquier sitio donde me pongan una cerveza-
Yo bebo,
tú bebes,
el alcohol nos priva de los sentidos
y nosotros, en privado
y privados de la ropa,
le buscamos sentido a una vida
que no daba un duro por nadie.-
Pablo Benavente
Imágenes: Pinturas de Keith Mallet (Estados Unidos, 1948)
quiquedelucio@gmail.com
Poemas que calan, me encantan
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