Poesía de Quique de Lucio
VILLASUSO
"Lloremos lo que sea, abuela
lo que sea
así la lluvia no nos duele"
Cecilia de Lucio
"Lloremos lo que sea, abuela
lo que sea
así la lluvia no nos duele"
Cecilia de Lucio
Según creo, por lo que guarda mi memoria,
Abuela Luisa
hablaba el idioma de los viejos,
conservaba
palabras de una lengua
hundida bajo
las piedras del camino.
Sus labios
reescribían el cauce del río Ebro,
los amaneceres, la ermita,
la comarca,
la gente de su pueblo.
Eran los
siete años que abrían mi mundo
después de
un viaje que duró todo el Atlántico,
¿qué medida
tendrán estas cosas?
El olor a
pintura del barco, el tabaco de los hombres,
la
desaparición de mis ancestros.
Siempre
cambia el tamaño de las cosas
que guarda la
memoria,
los caballos
que una
noche pasaron al galope en Alpa Corral
levantando
centellas de las piedras.
Altos y
oscuros, bajaron su lomo
a la altura
que tenían mis ojos.
Aquel pozo
en el río Cuarto, lago inmenso,
la piel sin
fondo de la infancia,
apenas me
parecería hoy un charco
que podría cruzar
sin mojarme en pleno invierno.
¿Sabes
cuánto miden los recuerdos?.
Por eso sé
que nunca volveré
a Villasuso,
a esa aldea
de diez
casas, ocho álamos
y el viento.
A la casona
donde se amasaba
el pan de
cada día. Si volviese,
mentirosa
memoria, ¿qué tamaño
alcanzaría
el umbral de la puerta?.
El hogar
donde hervían las papas y el zapallo,
el reloj de
pared y la alacena,
el olor a jamón
y morcillas del depósito
y la voz,
hoy perdida, de mi abuela.
Esa mujer de
negro y cutis blanco
en su España
eterna y para siempre.
Detrás de
sus palabras sonará
el ruido
inconfundible de la bicicleta caída
y su
supuesto enojo y su tristeza.
De pequeño,
de sólo siete, veía entre montañas
ese solar abierto al infinito
que guardaba
la vida de los viejos
y su frío.
Cuántas tardes enteras
en paredes
de cal no habré buscado
de unos
nombres antiguos la memoria
que a punta
de navaja alguien grabó:
Venancio,
Julián, José, Eustasio.
En torno a
ti, o sea a mí, digo
la vida va
tejiendo una red invisible de recuerdos,
un ovillo
que enreda la nostalgia.
Si lo pienso,
el tiempo fue fraguando
la rara
construcción de los abuelos:
Un gallinero
dentro, dos cocinas,
un corredor
arriba y otro abajo
y una sala
en planta alta con las tablas del suelo
separadas.
Desde esos agujeros vigilabas
las vacas y
sus terneros, negra piel,
el aire
enrarecido, los hedores del estiércol.
Ese lugar
engendra poemas tristes
como éste
que ahora en el recuerdo tropieza
y en el
extranjero,
en el
extranjero tropieza y en el recuerdo.
Una vida
sangra en las montañas
y la otra
vida sangra en las siembras del campo.
Huérfano de todas
las alas, a ese lugar
pude
arrebatarle un rostro:
aquel breve
rostro blanco de la Luisa del que,
sin
noticias, me fui alejando para que conozca
al que hoy ha
regresado, ahora que tú, sombra,
Aullaba el
viento en el corral, ciego
furibundo,
afilado ese invierno junto al Ebro.
En la
escalera usada que condujo
la vida y la
muerte de los que fueron,
de clavos
herrumbrosos se colgaban
las
herramientas de labranza, las pieles de las liebres.
Las grietas
de la pared, las ventanas
sin
cristales, las puertas arrancadas
¿anunciaban
tal vez lo que te espera?
Sólo
trajiste, traje, de recuerdo,
ya adulto, y
bien domesticado,
una pequeña
piedra, eso fue todo.
Di, memoria,
¿qué medida tendrán
estas cosas?.
Yo sé que aquella vivienda
se detuvo en
las vueltas de la vida
transformándose
en algo muy distinto,
una apacible
niebla que va y viene
y que
acompaña el aire que respiro.
Que
acompañará siempre el aire que respiro.
No volveré a
la casa de mis abuelos, a esa Cantabria
desvalida, porque
sé que el tiempo
no regresa
y de volver,
poca vida nueva sería
entre el osario
familiar y los escombros.
No puedo retornar,
sin remedio,
al tiempo de
los álamos aquellos.
Y si hay
alguna sombra al otro lado
sin medida alguna,
del umbral de la puerta,
de los
caballos, el río y el viaje en barco,
esa sombra quedará
apretada entre mis manos.
Porque hay
un continente de distancia
desde
Arguello a Villasuso,
la distancia
de una vida, de dos, o quizás más,
la distancia
que hay de los hijos de mis hijos,
al bien amado
reto de la Luisa.
Y otra
medida tendría entonces, el recuerdo.-
Quique de Lucio
Publicación de Quique de Lucio para
"Nos Queda la Palabra"
quiquedelucio@gmail.com
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